En Jerusalén, al cruzar la Puerta de Jaffa,
al pasar la siempre repleta de gente plaza principal,
se encuentra la tienda de tatuajes
de una familia copta egipcia.
Siguen una costumbre peculiar y discutible
pero interesante:
tatuar al cristiano que cumple
con la peregrinación a los santos lugares.
Entre los cristianos coptos
y los antiguos mozárabes
se hizo una costumbre.
Todo ello a pesar de la usanza judía (Lev 19, 28).