Nos llega desde Oregón (Estados Unidos de América)
¿QUE OFRECEMOS EN LA SANTA MISA?
Reflexiones sobre el Illatio del Lunes Semana II de Cuaresma
por Fr. David Jaspers, DMin.—-
En Breve:
1. «un sacrificio espiritual»
2. «Tu Hijo, no solamente se ofreció por nosotros, sino que nos mandó ser ofrecido por nosotros en los misterios de su cuerpo y de su sangre.»
3. «y nos ofrezcamos a ti sin cesar por medio de lo que te ofrecemos.»
4. «Al celebrar este venerable misterio de tu sacrificio, pedimos de tu piedad, oh Dios único en la Trinidad, que aceptes como oblación agradable los ayunos que humildemente te ofrecemos,»
5. «y que recibas como víctima de propiciación esta práctica espontánea de nuestra penitencia.»
El Illatio del Lunes de la Segunda Semana de Cuaresma nos habla de cinco cosas que se ofrecen en la Santa Misa. Primero, damos gracias a Dios en la Santa Misa, pero también es justo y necesario que ofrecemos (1) «un sacrificio espiritual.» La misa es un sacrificio verdadero, pero un sacrificio ya no sangrante sino espiritual en unión con el Señor Jesucristo que ha entrado en el tabernáculo celestial (cf. Hebreos 8:1-2). El Señor Jesucristo hablando con la samaritana declaró, «Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.» (Juan 4:23).
Un sacerdote católica David Cullings estaba en Katmandú y postpusieron su vuelo para el día siguiente. El taxista recomendó que visitara un pueblo de la sierra que celebraba una fiesta religiosa. Mientras subían la montaña acercando al pueblo, el sacerdote notaba que el agua al lado del camino llegaba a ser más y más rojo mientras se acercaban al pueblo. De repente, el sacerdote se dio cuenta que fue la sangre de los animales sacrificados que había cambiado el color del agua. Le dio gracias a Dios por Jesús que había puesto un fin a este tipo de sacrificios sangrantes con su propio sangre en la cruz.

Somos el Cuerpo de Cristo (cf. 1 Cor 12:12-13), así, cada vez que ofrecemos el Cuerpo de Cristo al Padre, estamos ofreciéndonos también. San Pablo castigaba a la iglesia de Corintia porque no reconocieron que todos los hermanos bautizados son el cuerpo de Cristo diciendo, » El que come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación por no reconocer el cuerpo» (1 Cor 11:29).

San Juan que descansaba en el pecho del Señor durante la primera misa de la Última Cena nos recuerda: «Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa» (Juan 15:9-11). Hagan esto en conmemoración mía.
En la Santa Misa ofrecemos dos cosas: a Cristo y a nosotros mismos con nuestras vidas.
Illatio del Lunes de la Semana II de Cuaresma
Es justo y necesario,
es digno y hermoso darte gracias
y ofrecerte un sacrificio espiritual,
a ti, Dios eterno, Padre todopoderoso,
por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro;
a ti, que perdonas a los mortales,
concedes a los pecadores contar tus justicias,
y aceptas benévolo que con nuestros labios
recordemos tu alianza.Tu Hijo, no solamente se ofreció por nosotros,
sino que nos mandó ser ofrecido por nosotros
en los misterios de su cuerpo y de su sangre
para que alcancemos el perdón
por medio de lo mismo que nos da la vida,
y nos ofrezcamos a ti sin cesar
por medio de lo que te ofrecemos.
Al celebrar este venerable misterio de tu sacrificio,
pedimos de tu piedad, oh Dios único en la Trinidad,
que aceptes como oblación agradable los ayunos
que humildemente te ofrecemos,
y que recibas como víctima de propiciación
esta práctica espontánea de nuestra penitencia.
Al aceptarla en tu misericordia,
dispón nuestros corazones
para la observancia de tus mandamientos,
de tal manera que,
quienes hemos saboreado la dulzura de tu suavidad,
no seamos dominados por el consentimiento en el pecado.
Te pedimos que para mortificar los vicios
nos des el bien de la perseverancia,
y para cumplir tu ley ayudes nuestra debilidad,
oh Cristo, Señor omnipotente, infinito, inmenso y eterno,
a quien alaban juntos los ángeles y arcángeles, diciendo:
….
***
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