La paz sea con vosotros…  

T. K. Richards, «No dudes»

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La espiritualidad hispana ha dado mucha importancia
-sobre todo en la octava-
al saludo pascual del Señor: Paz con vosotros.
“Un saludo que salía de la boca del Resucitado.
Este viejo saludo ha recibido un nuevo ser en la Pascua de Cristo; nuevo ser en un profundo sentido: lo que antes era un simple deseo, está ahora cumplido y cargado de santa realidad…
El Mesías prometido, portador de paz, se manifestó como realidad en Cristo. El sacrificio de su muerte derribó el muro que se interponía entre Dios y su creación. Sobre el altar de la cruz brilla el arco iris de la paz. Por eso, en la tarde del día de Pascua, Cristo resucitado muestra a sus discípulos las manos taladradas y el costado abierto. ¡Preciosos trofeos de victoria! Ellos son la prenda de la nueva paz.

“La paz sea con vosotros”.

Hoy, este saludo ya no es un simple deseo, sino un don. Don, en primer lugar, para un pequeño grupo de fieles que perseveraron a los pies de la cruz de su maestro.

Don también para todos aquellos, por quienes el Señor ofreció hasta la última gota de su sangre; ante todo para los patriarcas y profetas de la antigua alianza, cuya vida no fue más que una espera de esta luz; don, finalmente, para la inmensa muchedumbre de hijos de la Iglesia, no nacidos aún, para todos los rescatados del pecado y unidos de nuevo al Padre”.

Diethild Eickhoff, El saludo pascual del Señor
en Benedictinas de Herstelle,
Nuestra Pascua (1950)Madrid 1962, 259.262s.

 

Para los cristianos la palabra Paz es sinónimo de Cristo;
hasta el punto de que cuando uno muere
se desea el descanso –requiem, en latín- en Cristo:
Requiescat in Pace. 
El gesto de la Paz, en la antigua liturgia visigótica,
era el corolario de la oración matutina
durante toda la octava de Pascua.

***

Hoy, sábado, recordamos a la Virgen:
“La Madre reconoció el Cuerpo que Ella había engendrado”
(liturgia pascual Gotho-hispana)
Aparición del Resucitado a su Madre
Bronce en la Capilla del Santísimo (Basílica del Santo Sepulcro, Jerusalén)

 

***

 

«Cristo, Hijo de Dios, que consagraste el amanecer del séptimo día con tu descanso,
cumpliendo en el sepulcro descanso sabático: da a nuestro corazón un descanso
que sea de tu agrado…
y haz que los que creemos que fuiste resucitado de la quietud del sepulcro
te sintamos venir del cielo a juzgarnos como Juez benigno».

 

(Oracional visigótico, n. 898, plegaria matutina)

 

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