La visita al lugar del Bautismo en el Año de la fe

bautismoDurante el Año de la fe entero, convocado hasta el 24 de noviembre de 2013, la Iglesia concede poder lucrar la Indulgencia plenaria de la pena temporal por los propios pecados impartida por la misericordia de Dios, aplicable en sufragio de las almas de los fieles difuntos, a todos los fieles verdaderamente arrepentidos, que hayan celebrado el sacramento de la reconciliación, participado en la comunión sacramental y que, rechazando el pecado, oren según las intenciones del Papa de Roma:

 

         un día libremente elegido, durante este Año de la fe, en peregrinación al baptisterio u otro lugar donde recibieron el sacramento del Bautismo, si renuevan las promesas bautismales en cualquier forma legítima.

 

Ante el lugar del Bautismo, solos o en familia, tras leer un texto de la Sagrada Escritura , se puede profesar la fe con el Símbolo Niceno – Constantinopolitano:

Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,

todos se inclinan

y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;

y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria
y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un sólo bautismo
para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.

Amén.

 

Se continúa con el rezo de la oración dominical:

Padre nuestro,
que estás en el cielo:
Santificado sea tu Nombre. Amén.
Venga a nosotros tu reino. Amén.
Hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo. Amén.

Danos hoy nuestro pan de cada día. Amén.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden. Amén.
No nos dejes caer en la tentación. Amén.
Y líbranos del mal. Amén.

Porque tuyo es el Reino,

tuyo el Poder y la Gloria por siempre, Señor.

 

 

La peregrinación puede concluir con esta bendición tomada de la antigua liturgia hispanovisigótica:

Dios misericordioso
por aquel mismo amor que tuvo a su Madre Virgen,
nos conceda su ayuda para llegar a la vida eterna.

R/. Amén.

Él, que es fuente de gracias
nos infunda aquellos dones que os hagan aceptables en su presencia.

R/. Amén.

Y que os otorgue la dulzura de la paz
que nos permita progresar en el seno de la madre Iglesia.

R/. Amén.

Por la misericordia del mismo Dios nuestro,
que es bendito y vive y todo lo gobierna
por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

 

Dado que en este Año, conmemoración del L aniversario del Concilio Vaticano II, se trata ante todo de desarrollar la santidad de vida será muy útil el gran don de las Indulgencias, que la Iglesia, en virtud del poder que le ha conferido Cristo, ofrece a todos aquellos que, con las debidas disposiciones, cumplan las prescripciones especiales para lucrarlas.

«Con la Indulgencia —enseñaba Pablo VI— la Iglesia, valiéndose de su potestad como ministra de la Redención obrada por Cristo Señor, comunica a los fieles la participación de esta plenitud de Cristo en la comunión de los Santos, proporcionándoles en medida amplísima los medios para alcanzar la salvación».

Este Año podemos recuperar la antigua costumbre hispana de visitar el lugar de nuestro nacimiento para la vida eterna -de la Iluminación que decían los Padres- para hacer profesión de nuestra fe.

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