El Vaticano II supuso una relectura del Evangelio
a la luz de la cultura contemporánea.
Produjo un movimiento de renovación
que viene sencillamente del mismo Evangelio.
Los frutos son enormes.
Basta recordar la liturgia.
El trabajo de reforma litúrgica hizo un servicio al pueblo,
releyendo el Evangelio a partir de una situación histórica completa.