Manuel G. López-Corps, Pbro
«Es propio de la fiesta pascual que toda la Iglesia se alegre por el perdón de los pecados que ha tenido lugar no sólo en aquellos que han renacido por medio del Santo Bautismo, sino también en aquellos que desde hace tiempo son contados entre el número de los hijos adoptivos de Dios” (s. León Magno).
El Domingo de Pascua, que comienza con la Vigilia Pascual , es el día central del Año Litúrgico: el día que hizo el Señor. La Iglesia da inicio a la «Pentecostés » o cincuentena. Éste y los cincuenta días siguientes hasta el domingo de Pentecostés hay que celebrarlos con alegría y júbilo, como si de un sólo día festivo se tratara, más aún, como si fuese sólo un gran domingo. Estos son los días en los que se canta de modo especial el “aleluya” (NUALC 22).
El cirio pascual, que tiene su lugar preferentemente junto al ambón, aparece encendido desde la Vigilia pascual en todas las celebraciones litúrgicas de una cierta solemnidad de este tiempo, tanto en la Misa como en Laudes y Vísperas, hasta el domingo de Pentecostés.
Aunque la celebración culminante es la santa Vigilia , nocturna y prolongada, no se descuidan tampoco las celebraciones del Día de la Resurrección. Tanto es así que la Iglesia anima a que la oración matutina, las Laudes del domingo de Resurrección, pudiera ser ofrecida a todos los fieles (cf. OGLH 213).
– La Eucaristía pascual
La Misa del día de Pascua se debe celebrar con la máxima solemnidad. Su peculiaridad viene ya expresada en el mismo saludo inicial:
El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, esté con …
En lugar del Acto Penitencial, se suele hacer la aspersión con el agua bendecida durante la celebración de la Vigilia; durante la aspersión se puede cantar un canto de índole bautismal. Con la misma agua bendecida se llenan los recipientes (pilas) que se hallan a la entrada de la iglesia (cf. FP 97).
En el caso de que no se hiciera la aspersión con el agua pascual el Misal propone iniciar la invitación del acto penitencial con esta significativa monición:
En el día en que celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, reconozcamos que estamos necesitados de la misericordia del Padre para morir al pecado y resucitar a la vida nueva.
En la Liturgia de la Palabra, la primera lectura se toma de los Hechos de los Apóstoles, que se proclama durante el tiempo pascual en vez de la lectura del Antiguo Testamento. La lectura del Apóstol se refiere al misterio de Pascua vivido en la Iglesia pero, sobre todo, desataca la proclamación del Evangelio de san Juan sobre el hallazgo del sepulcro vacío. También puede leerse el relato evangélico propuesto para la noche santa. Si, para bien de los fieles, en lugar de las Vísperas Bautismaleshubiera que celebrar Misa vespertina, se puede proclamar la narración de Lucas sobre la aparición a los discípulos que iban de camino hacia Emaús (cf. OLM 99).
Conviene tener en cuenta que, en lugar del Símbolo niceno-constantinopolitano, la profesión de fe se puede hacer con el símbolo llamado «de los apóstoles» (MR, Ord. n. 17). Recuérdese que en la Misa no puede admitirse un «Credo» o Profesión de fe que no se encuentre en los libros litúrgicos debidamente aprobados (cf. RS 69).
En la Plegaria Eucarística , que es la oración de bendición y consagración, la monición al Memorial puede ser: “Cristo se entregó por nosotros”. El pueblo prosigue, aclamando esta bella confesión de fe: “Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor”. En América la traducción es más fiel al original y hace decir a los laicos como expresión de su sacerdocio bautismal: Salvador del mundo, sálvanos; Tú que nos liberado por tu cruz y tu resurrección.
– El “Officium gloriosum”: la oración vespertina
Se celebran las Vísperas a la tarde, cuando ya declina el día, «en acción de gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos logrado realizar con acierto». También hacemos memoria de la Redención por medio de la oración que elevamos «como el incienso en presencia del Señor», y en la cual «el alzar de las manos» es «oblación vespertina» (cf. OGLH 39). En este día, y en esta Hora del ocaso del sol, contemplando la luz de la tarde, nuestras voces invocan con fe “la luz gozosa de la santa gloria del eterno Padre, Jesucristo bendito“ en el Espíritu Santo.
La Iglesia quiere que se conserve, donde aún está en vigor, o que se restaure en la medida que sea posible, la tradición de celebrar las Vísperas Bautismales del día de Pascua, durante las cuales, y al canto de los salmos, se hace una procesión al baptisterio (cf. FP 98). Ciertamente, conviene celebrar las Vísperas de modo solemne por dos grandes razones (cf. OGLH 213):
· para santificar el ocaso de un día tan sagrado y
· para conmemorar las apariciones en que el Señor se manifestó a sus discípulos.
En muchos lugares, tiene lugar la veneración de la fuente bautismal, de la Cruz Gloriosa e, incluso, al final de estas II Vísperas del Domingo de Pascua se canta el Regina caeli. Los fieles, que se habían asociado al dolor de la Virgen por la Pasión del Hijo, quieren así alegrarse con ella por el acontecimiento de la Resurrección (cf. PPL 151).
También en el Domingo de Pascua, máxima solemnidad del año litúrgico, tienen lugar no pocas manifestaciones de la piedad popular: son, todas, expresiones cultuales que exaltan la nueva condición y la gloria de Cristo resucitado, así como su poder divino que brota de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte(PPL 148). Entre los ejercicios de piedad que se relacionan con la Pascua se cuentan las tradicionales bendiciones de huevos, símbolos de vida, y la bendición de la mesa familiar (PPL 150).




