El Apocalipsis nació en un ambiente intensamente litúrgico y de oración; sólo podremos comprenderlo si nos situamos en el mismo contexto, en la misma disposición interior.
(cf. U. Vanni, Apocalipsis. Una asamblea litúrgica interpreta la historia, Estella 1999, 66ss)
Siete elementos a considerar (El trono, el Libro, el Cordero y el León; el vidente, los ancianos y los vivientes) como siete (totalidad) son los dones del Espíritu que Cristo posee y derrama sobre la tierra.
La relación litúrgica entre Apoc 5, 5 –sobre el león de Judá- y el tiempo pascual respondería -según algunos estudiosos- a la intención del autor del Apocalipsis. El libro de la Revelación -un escrito sobre todo profético-está imbuido de espíritu litúrgico.
El culto es el lugar donde se encuentra ya ahora el señor tal como será al final; es el lugar de la presencia. Con elementos de la liturgia judía y cristiana se expresa un mensaje de esperanza (cf. E. Charpentier, Para leer el Nuevo Testamento, Estella 1984,105).
El capítulo IV -el de las cuatro teofanías del AT (vocación del Moisés en la zarza, vocación del pueblo en el Sinaí, vocación de Isaías en el Templo y vocación de Ezequiel en el río de Babilonía) con las siete lámparas y la proclamación de la santidad divina (trisagio) y, luego el V –el capítulo del Cordero donde está la mención al León vencedor- podrían ser el eco del culto de la comunidad cristiana primitiva (Cf P. Prigent, Apocalypse et Liturgie, Neuchatel 1964, 77-78).
En este cap. V -tras las teofanías del AT- se nos muestra una cristofanía o manifestación de Cristo: el Cordero inmolado pero en pie con las señales de la realeza y el señorío -siete cuernos y siete ojos, que son el divino espíritu septiforme- que es digno de abrir el Libro (cf. J P Prévost, Para leer el Apocalipsis, Estella 2001, 90ss).
M. G. López-Corps
Hoy, desde tierras lejanas, he descubierto esta preciosa página. He disfrutado muchísimo con su presentación y contenido. Mis felicitaciones y agradecimiento por vuestra especial sensibilidad. Un abrazo