Anáfora eucarística hispano-mozárabe
del Domingo VIII de Cotidiano

Es justo y necesario, Señor,
orar e invocarte siempre,
a ti, que, desde el principio,
escuchas con bondad las plegarias de tus siervos
y te muestras propicio;
anticipas tus beneficios a cuantos te invocan,
realizas gestas maravillosas y no niegas tu perdón,
otorgas siempre tu amor y muestras tu providencia.
Así, cuando Moisés te suplicó
con las manos extendidas, imagen de la cruz,
en Amalec venció al diablo;
así, cuando Josué invocó al Señor,
por la fuerza del nombre divino,
prolongó el día hasta vencer al enemigo,
tal como nuestro Jesús, la luz verdadera que había de venir,
crecería siempre más hasta destruir las tinieblas;
así, Samuel, después de haber orado,
aterrorizó los duros corazones del pueblo
con un vendaval y los conmovió con truenos
dando testimonio anticipado de Cristo,
quien haría resonar las amonestaciones evangélicas;
así David, cantor de himnos,
con la gracia de la oración hizo más dulce el canto de los salmos;
así cuando Salomón dedicó el templo del Señor
mientras oraba con las manos extendidas
también él indicó de alguna manera el signo de la cruz;
así Asaph y Josafat, nobles reyes,
que guiaban al pueblo de Dios con toda piedad,
derrotaron más con la plegaria que con las armas
a numerosas huestes de enemigos;
así Ezequías, mientras entre lágrimas
volvía de la muerte a la vida,
convirtió las horas del ocaso del sol en un amanecer.
Así Elías, en cuya boca parecía estar la llave del firmamento,
con la oración cerró y abrió el cielo;
así Eliseo, devolvió la vida al difunto con la plegaria,
cuando recostado trataba de reanimar los miembros inertes;
así Jonás, hundido en el mar y devorado por el pez,
no cesó ni un momento en la oración,
de modo que ni el monstruo ni la tempestad pudieron dañar
a quien suplicaba desde el antro de las intrincadas entrañas;
así los tres jóvenes orantes no sintieron el fuego que los rodeaba
y la armonía de la plegaria pudo vencer
al estrepitoso crepitar de la llamas;
así Daniel en el foso por medio de la oración
contuvo las ávidas fauces y las bocas decididas de los leones.
Así nuestro Señor Jesucristo,
fiel en todas sus palabras y santo en todas sus acciones.
dio a los que le siguen una norma para orar,
en la cual consiste toda la salvación;
así ordenó a los apóstoles orar sin desfallecer nunca;
así prometió a cuantos suplican con fidelidad y amor
concederles lo que pidan con fe en la oración;
así, no sólo encomendó sus discípulos al Padre,
orando antes de la pasión,
sino que también, durante la pasión, oró por sus enemigos;
así, exaltado a la derecha de Dios, reina por siempre
y por nosotros intercede sin cesar.
A él, contigo, oh Padre, y en la unidad del Espíritu Santo,
el innumerable ejército de los cielos
alaba, respeta, suplica, adora, glorifica,
honra, venera, exalta como Creador,
y con incansable encomio bendice,
ensalza, confiesa y dice: Santo…
Santo y bendito es en verdad
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
que, desechando la deficiencia de los sacrificios impuros,
instituyó el rito simplicísimo de la nueva sanción,
y con estas santas celebraciones enseñó a sus discípulos
a vivir en pura inocencia
y a ofrecerte sólo a ti, oh Dios, el sacrificio de alabanza.
El mismo Señor y Redentor eterno, [el cual la noche…]
Señor, nos alegramos en tus alabanzas,
creyendo todas las obras portentosas
de nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
y confesando su encarnación y la potencia de su divinidad;
al ofrecerte el sacrificio de alabanza,
suplicamos de tu clemencia,
oh Dios, inmensa Trinidad e infinita majestad,
que esta oblación, depositada sobre tu santo altar,
sea agradable en tu presencia
y aceptable como expiación de nuestros pecados;
dígnate bendecirla enviando tu santo Espíritu septiforme,
de manera que tú, oh Dios, te manifiestes en ella;
para que, si alguien toma parte en ella,
con tu bendición le concedas remedio en esta vida
y pueda obtener después la vida eterna.
R/. Amén.
Concédelo, Señor santo,
pues creas todas estas cosas para nosotros,
indignos siervos tuyos, y las haces tan buenas,
las santificas, las llenas X de vida y nos las das,
así bendecidas por ti, Dios nuestro,
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.






