Decir “Jesus” es invocarlo
desde nuestro propio corazón (Cat 2666).
Como el Nombre de Jesús contiene todo,
las palabras de las fórmulas
que utilicemos pueden variar
aunque los maestros espirituales
recomiendan que la invocación
sea breve y fija: «oración monológica».
La invocación del santo Nombre de Jesús
es el camino más sencillo de la oración continua.
Repetida con frecuencia
por un corazón humildemente atento,
no se dispersa en «palabrerías» (Mt 6, 7),
sino que «conserva la Palabra
y fructifica con perseverancia» (cf Lc 8, 15).
Es posible «en todo tiempo»
porque no es una ocupación al lado de otra,
sino la única ocupación,
la de amar a Dios,
que anima y transfigura
toda acción en Cristo Jesús (Cat. 2668).





