Catequesis sobre el Palio

primero de año 805El Palio arzobispal de nuestro Obispo Carlos:
algunos trazos para su teología

M. González López-Corps

El Pallium es una insignia litúrgica que consiste en una banda estrecha de lana blanca cosida en forma circular y adornada con cruces. De ella penden dos tiras en sentido vertical, sobre el pecho y espalda que hasta finales del Medievo eran de considerable longitud. Este tipo de orarium lo usan normalmente los arzobispos en el ámbito de la Provincia eclesiástica. Aunque en algunas tradiciones se utiliza también con la capa pluvial, se usa sobre la casulla.

Insignia papal

Como hizo alguna vez san Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI utilizó, al inicio de su pontificado, un palio mayor, muy similar a los que se usaban antes del siglo X, con cinco cruces rojas que recuerdan las cinco llagas de Cristo. Los tres alfileres, con que se sujetan a la casulla papal, se identificaron con los clavos de la crucifixión de Cristo. Una prenda que, al inicio del ministerio petrino, el cardenal Protodiácono impone el palio sobre los hombros del Papa con las siguientes palabras:

“Bendito sea Dios, que te ha elegido pastor de la iglesia universal rodeándote con la estola blanca de tu Servicio Apostólico. Que brilles durante largos años de vida terrenal hasta que, cuando te llame el Señor, alcances Su reino celestial vestido con la estola de la inmortalidad.”

Juan Pablo II llevó un palio simple y estrecho de un ancho de aprox. 6 cm con cruces negras, como el resto de los arzobispos; Benedicto XVI llevó un palio de aprox. 9 cm de ancho con cruces rojas. En su primera homilía el Papa ofreció esta catequesis:

El palio, tejido de lana pura, que se me pone sobre los hombros. Este signo antiquísimo, que los Obispos de Roma llevan desde el siglo IV, puede ser considerado como una imagen del yugo de Cristo, que el Obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de Dios, toma sobre sus hombros. El yugo de Dios es la voluntad de Dios que nosotros acogemos. Y esta voluntad no es un peso exterior, que nos oprime y nos priva de la libertad. Conocer lo que Dios quiere, conocer cuál es la vía de la vida, era la alegría de Israel, su gran privilegio. Ésta es también nuestra alegría: la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica –quizás a veces de manera dolorosa– y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos solamente Él, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda la historia.

En realidad, el simbolismo del Palio es más concreto aún: la lana de cordero representa la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para conducirla a las aguas de la vida. La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los Padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad –todos nosotros– es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto; no puede abandonar la humanidad a una situación tan miserable. Se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el buen pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El Palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros. Se convierte así en el símbolo de la misión del pastor […].

La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor: no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores. Por eso, los tesoros de la tierra ya no están al servicio del cultivo del jardín de Dios, en el que todos puedan vivir, sino subyugados al poder de la explotación y la destrucción. La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud.

El símbolo del cordero tiene todavía otro aspecto. Era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: “Yo soy el buen pastor […]. Yo doy mi vida por las ovejas”, dice Jesús de sí mismo (Jn 10, 14s.). No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres.

Una de las características fundamentales del pastor debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está. “Apacienta mis ovejas”, dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia, que él nos da en el Santísimo Sacramento (24 de abril de 2005).

El Papa Francisco ha alternado el uso del palio ancho con cruces rojas con el simple de cruces negras. Ambos de significado cristológico.

Insignia simbólica de los metropolitanos

Su origen, lo hemos dicho, es occidental: de hecho, fue insignia propia del Papa de Roma. El primer dato sobre el palio remonta al s. IV; luego, lentamente se concede a otros prelados fuera de la Urbe. En España el uso del palio remonta a la época visigoda: el Papa san Gregorio Magno lo envía al obispo hispalense san Leandro, como signo de estrecha vinculación con la sede primada de Roma. Juan VIII, en el s. IX, reconoció el palio como insignia de la comunión de los arzobispos con los obispos de su provincia eclesiástica y, al mismo tiempo, estableció las normas de súplica de concesión que debían hacerse a la Sede Apostólica. El Papa puede, también, concederlo a otros obispos ilustres, a título personal o bien a las sedes episcopales.

El palio lleva seis cruces negras, cuatro de ellas en la banda circular y las otras dos en los extremos que, en la simbología cristiana se relacionan con las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza). Otros han visto en ellas el recuerdo de la Cruz del Señor que el prelado debe llevar con mayor diligencia y amor. Por la materia de su confección -lana de ovejas- se ha vinculado al ministerio de Buen Pastor que busca la oveja perdida para conducirla al redil. El palio, pues, posee un significado espiritual profundo: cristológico y eclesiológico.

Esta insignia de los arzobispos residenciales o metropolitanos –que el arzobispo de Madrid recibe, en la catedral de Sta. María de la Almudena, el 1 de noviembre de 2015- es:

  1. Símbolo de la unidad y signo de comunión de la sede metropolitana, en este caso de Madrid, con la sede de Pedro; al mismo tiempo expresa la comunión de los Obispos de la Provincia Eclesiástica (Alcalá y Getafe) con la Iglesia universal presidida por el Sucesor de Pedro, el Papa Francisco.
  1. Vínculo de caridad y estímulo de fortaleza para el día de la llegada y de la revelación del Dios Omnipotente y Príncipe de los pastores, Jesucristo, para que el Obispo y Pastor consiga con las ovejas que le han sido confiadas la vestidura blanca de la gloria y de la inmortalidad.

El palio se confecciona con lana de corderos bendecidos por el Papa en la fiesta de Santa Inés (21 de enero) en una capilla del Palacio Apostólico. Luego, estos son llevados a la Basílica de Santa Inés, en la Via Nomentana de Roma, donde está enterrada la mártir, y son criados por los padres trapenses de la Abadía de las Tres Fuentes. Los palios son confeccionados posteriormente por las monjas benedictinas de Santa Cecilia y, posteriormente, colocados en un cofre sobre el sepulcro de San Pedro en la Basílica Vaticana pasan a ser considerados <reliquias de contacto>. En Misa de la solemnidad de San Pedro y San Pablo (29 de junio) son bendecidos y, luego, impuestos a los nuevos arzobispos en sus respectivas sedes.

Estos pueden usar el palio, cuando así lo indiquen las normas litúrgicas, en todas las Iglesias de la provincia que presiden, o sea en todas las iglesias localizadas en las diócesis que componen la provincia eclesiástica de la que sean metropolitanos. Sin embargo, nunca pueden usarlo cuando se encuentren fuera de la provincia eclesiástica. Si un arzobispo fuese trasladado a otra provincia deberá solicitar del Papa un nuevo palio.

2 comentarios en “Catequesis sobre el Palio

  1. O ARCEBISPO de EVORA usa PALLIUM Provincia eclesiastica de EVORA BEJA E ALGARVE.
    Terei presente na oração vuestro ARZOBISPO .SANTO DOMINGO DE TODOS OS SANTOS

  2. Buenas tardes,

    Habiendo tenido conocimiento, por la Misa de hoy martes, que para el 2016 se va a organizar un viaje a Roma por el grupo de Gothia, les pido, por favor, si podrían indicarme las fechas previstas del mismo con la finalidad de poder organizarme para poder asistir. Muchas Gracias

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