Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros

n. 38. La primacía de la vida espiritual.
JBASe podría decir que el presbítero ha sido concebido en la larga noche de oración en la que el Señor Jesús habló al Padre acerca de sus Apóstoles y, ciertamente, de todos aquellos que, a lo largo de los siglos, participarían de su misma misión (cfr. Lc ó, 12; Jn 17, 15-20). La misma oración de Jesús en el huerto de Getsemaní (cfr. Mt 26, 36-44), dirigida toda ella hacia el sacrificio sacerdotal del Gólgota, manifiesta de modo paradigmático « hasta qué punto nuestro sacerdocio debe esta profundamente vinculado a la oración, radicado en la oración ».
Nacidos como fruto de esta oración, los presbíteros mantendrán vivo su ministerio con una vida espiritual a la que darán primacía absoluta, evitando descuidarla a causa de las diversas actividades. Para desarrollar un ministerio pastoral fructuoso, el sacerdote necesita tener una sintonía particular y profunda con Cristo, el Buen Pastor, el único protagonista principal de cada acción pastoral.

lavapesmozaraben. 39. Medios para la vida espiritual
Tal vida espiritual debe encarnarse en la existencia de cada presbítero a través de la liturgia, la oración personal, el tenor de vida y la práctica de las virtudes cristianas; todo esto contribuye a la fecundidad de la acción ministerial. La misma configuración con Cristo exige respirar un clima de amistad y de encuentro personal con el Señor Jesús y de servicio a la Iglesia, su Cuerpo, que el presbítero amará, dándose a ella mediante el servicio ministerial a cada uno de los fieles.
Por lo tanto, es necesario que el sacerdote organice su vida de oración de modo que incluya:
la celebración diaria de la Eucaristía con una adecuada preparación y acción de gracias;
la Confesión frecuente y la dirección espiritual ya practicada en el Seminario;
la celebración íntegra y fervorosa de la liturgia de las Horas, obligación cotidiana;
el examen de conciencia;
la oración mental propiamente dicha;
la Lectio Divina;
los ratos prolongados de silencio y de diálogo, sobre todo, en ejercicios y retiros espirituales periódicos;
coronaslas preciosas expresiones de devoción mariana como el Rosario;
el Via Crucis y otros ejercicios piadosos;
la provechosa lectura hagiográfica.
Cada año, como un signo del deseo duradero de fidelidad, los presbíteros renuevan en la S. Misa de Jueves Santo, delante del Obispo y junto con él, las promesas hechas en la ordenación.
El cuidado de la vida espiritual se debe sentir como una exigencia gozosa por parte del mismo sacerdote, pero también como un derecho de los fieles que buscan en él — consciente o inconscientemente — al hombre de Dios, al consejero, al mediador de paz, al amigo fiel y prudente y al guía seguro en quien se pueda confiar en los momentos más difíciles de la vida para hallar consuelo y firmeza.

n. 40. Imitar a Cristo que ora
A causa de las numerosas obligaciones muchas veces procedentes de la actividadcruzanicronicagg pastoral, hoy más que nunca, la vida de los presbíteros está expuesta a una serie de solicitudes, que lo podrían llevar a un creciente activismo exterior, sometiéndolo a un ritmo a veces frenético y desolador.
Contra tal tentación no se debe olvidar que la primera intención de Jesús fue convocar en torno a sí a los Apóstoles, sobre todo para que « estuviesen con él » (Mc 3, 14).
El mismo Hijo de Dios ha querido dejarnos el testimonio de su oración.
De hecho, con mucha frecuencia los Evangelios nos presentan a Cristo en oración: cuando el Padre le revela su misión (Lc 3,21-22), antes de la llamada de los Apóstoles (Lc 6,12), en la acción de gracias durante la multiplicación de los panes (Mt14,19; 15, 36; Mc 6, 41; 8,7; Lc 9, 16;Jn 6,11), en la transfiguración en el monte (Lc 9, 28-29), cuando sana al sordomudo (Mc 7, 34) y resucita a Lázaro (Jn 11, 41 ss), antes de la confesión de Pedro (Lc 9, 18), cuando enseña a los discípulos a orar (Lc 11, 1), cuando regresan de su misión (Mt 11,25 ss; Lc 10,21), al bendecir a los niños (Mt 19, 13) y al rezar por Pedro (Lc 22,32).
Toda su actividad cotidiana nacía de la oración. Se retiraba al desierto o al monte a orar (Mc l, 35; 6,46;Lc 5, 16; Mt 4,1; 14, 23), se levantaba de madrugada (Mc 1, 35) y pasaba la noche entera en oración con Dios (Mt 14,23.25; Mc 6, 46.48; Lc 6, 12).
NotreDameDuLysDalmatic_LHasta el final de su vida, en la última Cena (Jn 17, 1-26), durante la agonía (Mt 26,36-44), en la Cruz (Lc 23,34.46; Mt 27,46; Mc 15,34) el divino Maestro demostró que la oración animaba su ministerio mesiánico y su éxodo pascual. Resucitado de la muerte, vive para siempre e intercede por nosotros (Hebr 7,25).
Siguiendo el ejemplo de Cristo, el sacerdote debe saber mantener — vivos y frecuentes — los ratos de silencio y de oración, en los que cultiva y profundiza en el trato existencial con la Persona viva de Nuestro Señor Jesús.

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