Año de la fe: creencias en los horóscopos

adviento 1091El portal católico Aleteia, apoyado por la Santa Sede (Consejos Pontificios para las Comunicaciones Sociales y para la Promoción de la Nueva Evangelización ) continúa con la publicación de preguntas y respuestas en torno a la fe. El sacerdote mexicano Jorge Luis Zarazúa, perteneciente a los <Apóstoles de la Palabra> y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) acaba de contestar a una cuestión que suscita gran interés:

¿Un cristiano debe creer en el horóscopo? Mucha gente vive pendiente de las predicciones del horóscopo, en sus distintas variantes: el zodiacal, el chino… Los medios de comunicación suelen incorporar una sección con lo que “los astros dicen” que va a sucedernos en cuanto a salud, dinero y amor. ¿Un cristiano puede creer en estas predicciones?

No, un cristiano no debe creer en el horóscopo. Aunque se trata de una de las prácticas supersticiosas más difundidas en nuestra sociedad, los horóscopos de ningún modo pueden servir para predecir los actos futuros libres de los hombres. Por otra parte, los hechos futuros de los hombres no son efecto de los movimientos o posiciones de los astros.

El Catecismo de la Iglesia Católica señala que «todas las formas de adivinación deben rechazarse». Y, entre las variadas formas de adivinación, el Catecismo cita las siguientes:

«el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir (cf. Dt 18, 10; Jr 29, 8).

La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “médiums”».

Querer saber el futuro es querer ser iguales a Dios, pretensión tan soberbia como absurda. Debemos confiar a la Providencia divina nuestra vida, confiar en Dios como Padre que es.

La Iglesia enseñó siempre que el mundo ha sido creado por Dios y se rige por las leyes naturales y los cuidados especiales de la Providencia. En tiempos antiguos ya hubo sínodos y concilios, como el de Toledo del año 400 o el Concilio de Braga del 561, que rechazaron frontalmente el culto o cultivo de la astrología.

Los hombres, para vivir, necesitan esperanza, serenidad, algo en lo que apoyarse. Los que creen que Dios es Providente y admiten que todo lo que pasa o lo quiere o lo permite, no necesitan otros apoyos. Los que no tienen ese eje fundamental en su pensamiento, buscan con más o menos afán, según su cultura y su sensibilidad, los caminos del azar, de la aventura, para esconder sus desventuras, sobre todo si tienen ante sí peligros o desconfianzas. «Mundus vult decipi», decían los antiguos. Es decir: «El mundo quiere ser engañado».

Cfr. Boletín Info-RIES nº 265

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