6. El Árbol del paraíso
El árbol de Navidad nos evoca otros dos árboles: el del Paraíso y el de la Cruz. El Paraíso es el lugar primigenio donde Dios coloca al hombre. Jardín de bosques y espesuras plantado en Oriente (Gn 2,8), es decir, en Cristo, pues Él sería llamado Oriente (Zac 3,8; 6,12 en griego; Lc 1,78). Cuando vuelva el Señor lo hará desde Oriente (Mt 24,27a), reflejo de la luz eterna (Sab 7,26), brillando hasta el ocaso (Mt 24,27b). El árbol será el recuerdo continuo de nuestra auténtica patria –el Paraíso- a la vez que nos hace crecer en la esperanza.
Ahora bien, el árbol de la vida en el Paraíso es la Sabiduría (Prov 3,18), y esta sabiduría de Dios es Cristo crucificado en el árbol de la Cruz (1 Cor 1,23s.). El árbol, origen de la culpa que ensombreció el mundo en las tinieblas, se ha convertido por la muerte de Cristo en fuente de luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9). El árbol de la Cruz es símbolo pascual que nos hace evocar la gloriosa victoria del león de la tribu de Judá (Ap 5,5); adornado en Navidad es expresión de fe en el cumplimiento de las promesas en Cristo: “se alegran los árboles del bosque ante el Señor que viene” (Sal 95,12-13).