La Vigilia de Pentecostés –por su carácter de preparación solemne- fue siempre celebrada por la Iglesia con la propuesta de ayuno y abstinencia. A imagen –aunque lejana- del Sábado Santo, el cristiano se prepara para recordar su Bautismo en el Espíritu y para celebrar la nueva efusión del Santo Paráclito en Pentecostés.
Este tiempo se extiende durante una semana de semanas: una pentecostés o cincuentena. Y se clausura con el Domingo de la Pentecostés que se celebra desde la solemne Vigilia donde se pide a Dios “un corazón puro”.
En la primera alianza esta fiesta era llamada “la de las semanas” y, agradecidos por la nueva cosecha se recordaba el don admirable de la Ley dada a Moisés. El Profeta es recordado en la bella oración que durante siglos ha resonado en la liturgia romana
- <Oh Dios, gloria de tus fieles y vida de los justos, que mediante el himno sagrado de Moisés tu siervo te propusiste hacer llegar a nosotros tus enseñanzas. Realiza ahora la obra de tu misericordia para con todos los pueblos, concediéndonos la bienaventuranza, y apartando de nosotros el espanto, para que la sentencia de condenación se convierta en remedio para la vida eterna. PNSJC…>
El Espíritu de Dios es el rocío: la lluvia misericordiosa y fecundante de nuestras vidas y de las de todas las naciones. Él se nos entrega como arras de vida eterna.