«No te presentes a Dios con las manos vacías»

creacionHomilía de la misa mozárabe del martes 26-V-2015

El escultor francés Rodín sentía fascinación por las manos. Esculpía y guardaba muchas obras con las manos como únicas protagonistas. En su museo de París hay una serie de ellas: Están  “la mano de Dios”, (una mano que no está vacía sino que está modelando a nuestros primeros padres; esa obra se llama también “la Creación”. La mano de Dios no está vacía, es la mano que nos sostiene y nos recrea. La mano que ha preparado el Paraíso y colocado en su centro al ser humano.

También está “la mano del diablo” donde paradójicamente no hay manos sino torsos entrelazados o peleando; porque la mano del maligno siempre está escondida, disfrazada, representa la maldad que enfrenta, rompe y corrompe la comunión entre las personas y entre ellas y el Creador.

catedralPero hoy quería destacar una obra sublime. ¿Habéis oído hablar de la Catedral de Rodín? No es un templo, sino dos manos  que se entrelazan con los dedos elevados al cielo. En una primera mirada, parece que son las manos de un orante cuyos dedos crean un espacio interior semejante al de las catedrales góticas, de ahí su nombre. Pero resulta que no son dos manos de una persona, sino dos manos derechas, las manos de dos diferentes que se buscan para unirse verticalmente generando un espacio que no está vacío. Rodin llamó a esta obra “arca de la alianza”. Nombre misterioso para una escultura de sólo dos manos. El arca de la alianza contenía el documento del pacto de amor entre Dios y el pueblo por medio del cual ambos nunca se abandonarían. El arca de la alianza era escabel para el trono de la Shekinah la gloria de Dios que habitaba en el templo. Para los hebreos Pentecostés celebraba ese momento de entrega y recepción de la Ley y la alianza. Para nosotros, la alianza nueva no está escrita en piedra o documento alguno, la gloria de Dios habita en la carne de Jesucristo y su Espíritu entregado en  Pentecostés nos sitúan en el tiempo de la gracia, tiempo del Espíritu que se mueve dentro y fuera de la Iglesia. Las manos del Padre, “el Hijo y el Espíritu Santo (cf. San Ireneo) no están vacías sino llenas de su creación; la mano del maligno pretende desfigurar esa creación, cerrarla al horizonte de la relación con Dios. ¿Cómo tenemos nuestras manos? Estas que elevamos en la liturgia, ¿están llenas? ¿están vacías? ¿están asépticamente limpias por miedo a  “embarrarse por tocar las miserias humanas”? ¿Están heridas? ¿están cansadas?

“No te presentes ante Dios con las manos vacías”. El evangelio de hoy nos describe a Pedro portavoz de los doce, presentando sus “méritos” ante Jesús “ya ves que nosotros…”. En la escena que precede a esta Jesús se había encontrado con el joven rico a quien había invitado a venderlo todo, dárselo a los pobres y seguirle. Sabemos cómo terminó esa historia. En el evangelio de mañana veremos de nuevo a Santiago y Juan opositando para ocupar los primeros puestos en el RD. Es decir, aquellos amigos de Jesús no comprendían casi nada. Seguían buscando el poder, seguían queriendo llenar sus manos de posesiones y no comprendían que el Maestro les invitaba a despojarse de todo para llenarse de Dios. Por eso las manos vacías en un sentido positivo, son importantes porque no retienen ni se aferran a nada; manos liberadas para llenarse de la misericordia de Dios para construir fraternidad. Como en la Catedral de Rodin, manos que perteneciendo a personas diferentes se unen dejando espacio al misterio de Dios y del hombre, para custodiar la creación y no desentenderse del prójimo y su dignidad. Los seguidores de Jesús buscamos hacer del mundo el templo donde el amor de Dios pueda palparse, olerse, disfrutarse, encarnándose y manifestándose. “Nosotros lo hemos dejado todo”, decían los apóstoles, pero querían recompensa. Jesús con sus manos resucitadas y heridas nos enseña la gratuidad como horizonte para nuestra relación con Dios y con las personas. La nueva familia de Dios no se basa en relaciones de parentesco, sino de fraternidad y servicio. Presentémonos ante Dios con las manos y el corazón llenos de nombres. Dejemos que a través de las heridas de nuestras manos se cuele su Espíritu Santo para santificarnos a través del servicio, de la bondad hecha misericordia, de la entrega gratuita. Nuestra Iglesia y nuestro mundo incluso con sus imperfecciones, han sido agraciados con los efectos de la Encarnación del Verbo. Busquemos dónde y cómo prolongar el culto que Dios espera; el culto que es más urgente y se ofrece en el altar de los cuerpos heridos: el de las obras de misericordia con las que Dios recibe gloria y el ser humano más felicidad.

 Fr. Xabier Gómez OP

Un comentario en ««No te presentes a Dios con las manos vacías»»

  1. Si nos tomamos en serio nuestra vocación cristiana, sin tibieza, asumiendo nuestro ser débiles, limitados, hambrientos de Espiritu Santo, cuya acción nos capacita para responder «sí» a Dios, libremente, a comprometernos activamente, a ser fieles, incondicionales, disponibles, colaboradores, dóciles, diligentes… como el Señor, que se apresura, lleno de alegría y de comprensión, a levantarnos del suelo, cada vez que caemos…y Le miramos suplicantes…
    Tenemos la voluntad de colaborar con Dios, para santificarnos, pero nos cuesta tanto amar a los que nos desagradan con sus ofensas, a los que nos hacen daño… y esos… tambien son Cristo…
    ¿Estamos llenando nuestras manos con unidad de vida, a la que somos llamados, …día a día?
    Si, cada día, míramos a María, y le suplicamos, no nos dejes añadir; con nuestros pecados, ni una espina más, a la corona que, entre todos, le pusimos a tu Divino Hijo; ni un latigazo más sobre Su espalda, ni una lágrima más en tus ojos… Ella nos guiará.
    Y pedir; cada día, al Espiritu Santo, rectitud de intenciones y santo Temor de
    Dios… temor a ofenderle; temor a alejarnos de Él; temor a desviar nuestra mirada, y no fijarla en el Sol de Justicia. Que, aunque nos demos de bruces en el suelo, y nos desollemos la cara con las ortigas, sepamos apreciar el aroma de la juncia, del romero, del tomillo sansero, del rocio y de las flores… y levantar la frente, para volver a buscar el Sol… y dar a Dios las gracias por poderte levantar de nuevo, con Su Gracia.
    Dice Santa Teresa, «…porque si es de verdad la amistad que quiere tener con su Majestad, no haya miedo de vanagloria; y, cuando el primer movimiento le acometa, salga de ello con mérito. Y creo que, el que, tratando con esta intención, lo tratare, que aprovechará a sí, y a los que le oyeren; y saldrá más enseñado; aún, sin entender cómo, enseñará a sus amigos».
    Pedir, cada día, santa osadía, santa audacia, santa valentía, para poder compartir el gozo de ser y sentirse amada por Dios. «…cosas que, so pena de no ser cristiano, las ha de hacer, y no se han de dejar por miedo de vanagloria». (Vida) «Paréceme que el demonio ha usado de este ardid, como cosa que muy mucho le importa: que se escondan tanto de que se entienda que de veras quieren procurar amar y contentar a Dios…» (Vida)

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