Esta oración de la liturgia visigótica refleja
la alegría de la Iglesia ante el nacimiento del Salvador.
Los coros de la tierra se unen a los celestes
para comunicar la alegría de la Presencia permanente:
El que vemos en el pesebre es nuestro alimento para la vida eterna.
Gloria in excelsis Deo…
Gloria por siempre a ti, Padre y Señor supremo,
porque hoy te has dignado enviarnos desde el cielo
a nuestro Señor Jesucristo como Salvador,
a quien habías anunciado desde antiguo
por los vaticinios de los profetas
y ahora lo has mostrado nacido de la Virgen María.
Hoy, por nosotros ha sido puesto en el pesebre
el pan de la vida eterna,
y ha sido confiada a la tierra una gran luz.
Hoy ha sido mostrada la paz de los habitantes del cielo
y a todos se nos ha concedido el don de la eternidad.
Hoy se nos ha descubierto un tesoro divino
y la luz revelada por el Espíritu Santo ha sido devuelta a todos.
Ahora ha aparecido en el mundo la luz verdadera,
él que es médico de los ciegos
y curación de los paralíticos,
fuerza de los enfermizos
y vigor de los débiles.
Hoy ha sido mostrada la auténtica resurrección de los muertos,
el camino, la verdad y la vida de los vivientes.
Te pedimos pues, oh Dios nuestro, Trinidad verdadera,
que a cuantos has dado recibir el gozo de tu nacimiento,
nos concedas, por esta celebración anual,
llevar una vida inmaculada.
Que después de superar los límites de esta vida
presente alcancemos reunimos con todos los santos
en la patria gloriosa del cielo.
R/. Amén.
Por tu gran bondad, Dios nuestro,
que vives y todo lo gobiernas,
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.