Es justo y necesario que te demos gracias,
Señor, Padre santo,
Dios eterno y omnipotente,
por Jesucristo,
tu Hijo y Señor nuestro.
Él es el pan de vida,
el alimento de gracia
y sustento de nuestra debilidad.
Quienes lo comen no tiene más hambre
y cuantos tienen sed de él
quedan saciados por los torrentes
que manan de sus mismas entrañas.
Su deseo aleja el hambre;
su amor extingue la sed;
su presencia nutre la pureza.
Por él te pedimos, oh Dios Padre,
que, en este camino que empezamos,
tu mirada descanse sobre nosotros,
para que no haya doblez
en nuestros corazones,
ni dañemos a nuestros amigos
con engaños,
ni nuestra vida ceda
a la tentación de la gula,
ni se manche
por consentir a deseos carnales,
ni sucumba
aplastada bajo el peso del ayuno,
ni se exponga
a los atractivos de la vanidad,
ni caiga en el desorden del odio,
ni se hunda en lo más bajo por los estímulos de las riquezas.
Más bien, oh Dios Padre,
cólmanos de tu dulzura
y haz que observemos
con todo fervor tus mandamientos.
Santifica con tu bendición
este comienzo de nuestros ayunos
de tal modo
que puedas recompensarnos
una vez llegados al término de los mismos,
a la celebración de la pasión.
Que de tal manera
observemos con fidelidad
la abstinencia de estos días
que, cuando lleguemos
al final de este tiempo,
podamos alabarte
proclamando y diciendo así:
Santo, santo, santo…
En verdad es santo nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
y glorioso por encima de toda ponderación.
Bajo él, los fuertes se derrumban
y los que se humillan son enaltecidos,
los que presumen de sí mismos
son estrellados por tierra
y los que no confían en sí mismos
son llevados al cielo.
Él es el camino de salvación
para los que empiezan
y galardón fecundo
para los que se acercan al final.
Que él, oh Dios Padre,
interceda siempre ante ti por nosotros
por quienes entregó su vida.
Con su ayuda llevemos a término
los ayunos que empezamos,
de modo que podamos llegar,
con el espíritu purificado,
a la celebración de su pasión.
Él que es Señor y Redentor eterno,
la noche en que iba a ser entregado
tomo pan…
Santifica, oh Dios Padre,
esta víctima viva que te ofrecemos
y hazla resplandecer
mirándola con rostro benigno.
Que una vez la hayamos recibido
nuestra carne y nuestro espíritu
queden enriquecidos
con tal abstinencia espiritual
que el atractivo de la gula
no nos hunda jamás en el abismo.
Que fortalecidos por el rigor de la moderación espiritual,
iniciemos
estos días de la santa Cuaresma
con santos deseos,
de modo que
podamos alegramos de terminarlos
con frutos de buenas obras.
R/. Amén.
Concédelo, Señor santo,
pues creas todas estas cosas
para nosotros,
indignos siervos tuyos,
y las haces tan buenas,
las santificas, las llenas + de vida,
las bendices y nos las das,
así bendecidas por ti, Dios nuestro,
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
9 de marzo: En Barcelona,
se recuerda a san Paciano, obispo, que al exponer su fe
proclamaba
que «cristiano» era su nombre
y «católico» su apellido (390 AD).




