Para orar con nuestra tradición

Nuestra oración en el seno de la Iglesia y por la Iglesia.

mozarabe 

Amadísimos hermanos:
A fin de obtener la misericordia del Señor,
oremos con todo nuestro espíritu,
y presentemos a Dios, por quien queremos ser escuchados,
los sentimientos y deseos unánimes de nuestra comunidad;
que la Iglesia católica,
cual madre de nuestros intereses y esfuerzos,
acoja en su amor los propósitos de todos,
para dispensar a todos los bienes anhelados.

Que sea una por la confesión de la fe,
numerosa por la extensión;
única por sus sacramentos, no por ser de un solo lugar;
esparcida, pero no dividida;
ilustre en sus sacerdotes, prudente en sus doctores,
pacífica en la fraternidad,
santa en sus ministros, intachable en sus servicios,
íntegra en sus vírgenes, provechosa en sus viudas,
fecunda en sus creyentes, libre entre las naciones,
cuidadosa para con los enfermos,
perdonada en los penitentes,
clemente hacia los extraviados, rica para con los necesitados,
humilde con los pobres, generosa gracias a los ricos.

Así, colmada de todo bien,
tenga autoridad en nosotros y para nosotros,
pueda recobrar a los que busca
y conserve a los que ha recobrado.

R/. Amén.

Con la ayuda de la misericordia de nuestro Dios,
que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/. Amén. OA Dom III cot

Un comentario en «Para orar con nuestra tradición»

  1. Adoremos al Señor, sometiendonos a lo que es, inmensamente, superior a nosotros. Pero, tan cerca, que podamos recibir Su beso de Amor.
    Tomás no se fia de lo que le dicen, de lo que le cuentan. Quiere tener una experincia personal con Jesús. No es malo desear eso, porque, si no, el Señor no se lo habría concedído. Si así lo hacemos, tomemos su ejemplo de apóstol ardiente, y entreguémonos, confesando nuestra fe con prontitud.
    Él se postra, inmediatamente,y llora.
    No seamos tibios. No se trata, solo, de hablar de Jesus, sino de hablar CON Él, y escuchar, de Su boca, el testimonio de vida.
    Y el Señor nos instruye, nos interpela, nos ayuda a crecer, a edificarnos, a progresar, sirviendose de nuestros queridos sacerdotes.
    ¿Somos nosotros, los fieles, para ellos, que se complacen en darnos su vida, su esfuerzo, que son afables, que miran por nosotros, que son nuestros padres, motivo de consolación?
    Nos duele que, palabras (que ninguna utilidad aportan, y nos sumergen en disputas vanas), nos dividan inútilmente.
    Es de, humildad y mansedumbre, la Gracia que tenemos que pedir al Espiritu Santo, para que aflore la razón. Y no sea que alguien se engañe a sí mismo, y se prive de paz y misericordia.
    Caer en la tentación de tristeza y pena, nos indica lo duros de mollera que
    somos. ¿Que por qué? Porque, confiamos en nuestras solas fuerzas.
    En que todo está bajo control, atado, y dispuesto para la última firma. Y no tenemos en cuenta que, el manejo de los tiempos, solo, Le corresponde a Dios.
    Perseveremos en lo ya alcanzado, que, en lo discordante, Dios nos iluminará.
    ¿Es que no tiene peso en nosotros, el mandato de Pablo?:
    «ESTAD SIEMPRE ALEGRES EN EL SEÑOR.. LO REPITO,
    ESTAD SIEMPRE ALEGRES».

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