Salvador, ha sido ordenado diácono para el servicio de la Iglesia y los pobres en la diócesis de Madrid por la imposición de las manos del Obispo y la oración consagratoria.
San Isidoro y los diáconos
<El orden de los diáconos dio comienzo en la tribu de Leví. Mandó el Señor a Moisés que, después de la ordenación de Aarón como sacerdote y de sus hijos, de nuevo estableció que la tribu de Leví fuera elegida para el ministerio del culto divino y se consagrasen al Señor en sustitución de todos los primogénitos, y que sirviesen en el tabernáculo de dios en nombre de Israel, ante Aarón y sus hijos, vigilando en el templo día y noche que fuesen ellos los portadores del arca, del tabernáculo y de todos los vasos sagrados, que levantasen su campamento en torno al tabernáculo, que, en el traslado del tabernáculo, fuesen ellos los que lo desmontasen y de nuevo lo montasen (Núm. 3, 5-26).
Desde los veinticinco años arriba (Núm. 8, 24), se les manda servir en el tabernáculo, y tal regla la institucionalizaron los Santos Padres, apoyados en el Nuevo Testamento. En el Evangelio, cuando comenzaron, nos dicen esto los Hechos de los Apóstoles: <Los Doce Apóstoles convocaron la muchedumbre de los discípulos y dijeron: No es aceptable que abandonemos nosotros la predicación de la palabra de Dios y nos dediquemos a servir las mesas. ¿Qué os parece, hermanos? Escoged entre vosotros a siete varones de buena reputación, llenos del espíritu de sabiduría, a quienes encargaremos esta misión. Nosotros nos entregaremos a la oración y a la predicación de la palabra, y pareció bien a la asamblea la propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe y Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y a Nicolás, prosélito antioqueno. Los siete comparecieron ante los Apóstoles, y después de orar, les impusieron las manos. Crecía la palabra de Dios y se multiplicaba el número de los creyentes> (Act. 6,2-7).
Desde entonces decretaron los Apóstoles, o los sucesores de los Apóstoles, que sirviesen en todas las iglesias siete diáconos, constituidos en grado superior al resto, cerca del ara de Cristo, como columnas del altar. Y, no sin cierto misterio, fueron elegidos en número de siete. Son éstos de los que habla el Apocalipsis como de siete ángeles que tocan trompetas. Son los siete candelabros de oro. Sus voces como truenos. Éstos son los que con voz sonora, a manera de pregoneros, avisan a todos los asistentes, ya sea para orar, ya para arrodillarse, o para cantar, o para que atiendan a las lecturas. Ellos son los que anuncian que levantemos los oídos a Dios, y además, evangelizan. Sin ellos, el sacerdote goza del nombre, pero no de la función.
Porque así como la consagración es propia del sacerdote, es oficio del diácono la distribución de la comunión. Al sacerdote se le encomienda orar, al diácono cantar. Aquél consagra las ofrendas, éste las distribuye consagradas. A los propios sacerdotes, para que no se engrían, no se les permite alzar el cáliz en la mesa del Señor, si antes no se lo ha ofrecido el diácono. Los levitas traen las ofrendas al altar, ellos preparan la mesa del Señor, los levitas cierran el arca del Testamento. No todos se dan cuenta de los grandes misterios que deben ocultar los levitas, para que no se contemple lo que no deba contemplarse, y se lleve lo que no deba estar en manos privadas. Asisten al altar vestidos con blancas vestiduras, para darles a entender que deben llevar una vida celestial y cándidos e inmaculados se acerquen a las hostias consagradas, limpios de cuerpo e impolutos en la castidad.
Tales ministros merece el Señor, que no se corrompan con ningún contagio carnal, sino que resplandezcan con el fulgor de la pureza. Qué diáconos deben ser ordenados nos lo declara muy bien el apóstol Pablo cuando escribe a Timoteo. Pues cuando da normas para la elección de sacerdotes, a seguido añade: <Los diáconos igualmente irreprensibles, es decir, sin mancha, como los obispos; castos, esto es, dominando la lujuria; sin doblez, para que no perturben la paz; no dados al vino en exceso, porque donde abunda el vino campea la lujuria y el frenesí; no ansiosos de dinero, para que no conviertan los misterios celestiales en negocios terrenales. Porque es propio del hambriento de dinero pensar más de las cosas presentes que futuras. A esto añade: Pruébeselos primero, y después acéptenlos, sino se les comprueba ningún delito> (1 Tim. 3,8-10). O lo que es lo mismo, como a los obispos, también a los diáconos, antes de la ordenación, compruébese si son dignos de encomendarles el ministerio>.
(D.E.O. VIII). De la obra “Los Oficios Eclesiásticos” escrita a inicios del S. VII.
Gracias, Salvador, por tu entrega. Gracias Rosa por tu sacrificio.
Que Dios os bendiga, benditos hermanos
Gracias a todos vosotros que con vuestras oraciones y presencia nos habeis acompañado en esta etapa de preparación y sabemos que vais a estar sosteniendonos en el futuro.
Rosa
PARABENS ao SALVADOR e ROSA .
(Não esquecer que a diaconia é extensiva aos bispos e sacerdotes) assim como a qualquer batizado
Gran día fue el de la ordenación de nuestro querido Salvador. Nos unimos a tí y a tu familia en al agradecimiento al Señor por tu vocación y tu servicio a la Iglesia. Gracias Boris, Gracias Rosa. Os queremos y nos sentimos orgullosos de vosotros.