Siete antífonas que empiezan por una “Oh”

Ant últimas Adv gruta de BelénPara revivir los anhelos de los antiguos Padres, al final del Adviento se cantan siete antífonas, que empiezan con la letra “O”: cada una de ellas en el orden prescrito y en el día correspondiente hasta llegar a la Navidad.

La primera es O Sapientia, etc. Son siete. Se dirigen a Cristo, en quien descansó el espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, etc. (Is 11,2). Ya que son siete los dones de su encarnación, las gracias que nos concedió por estos dones las encontramos expuestas en las mismas siete antífonas. Son siete, en efecto, las antífonas que se cantan, para recordar a los antiguos padres que como buenos sirvientes, durante setenta semanas de años, esperaron la venida del Señor.

En todas se encuentra una misma súplica: Ven.

También puede decirse que son siete a causa de los siete dones del Espíritu Santo, que con la venida de Cristo se vio enriquecido el mundo, y por estos mismos dones, fueron iluminados los que vivían en la expectación.

Todas las antífonas corresponden al <segundo tono>.

Primero: cada una trata de los dos advientos.

Segundo: nos recuerdan el doble amor hacia Dios y hacia el prójimo.

Tercero: por las dos naturalezas de Cristo, al cual se dirigen, estas antífonas nos recuerdan que una es su sustancia de estirpe real.

Cuarto: las mismas antífonas ponen de manifiesto el deseo, tanto de los antiguos padres que vivían en la expectación del primer advenimiento del Salvador, como de los que en la actualidad viven esperando su segundo advenimiento.

Todas, pues, están en el <segundo tono> para expresar la esperanza del segundo advenimiento.

 

Y advierte que aquellas que en las primeras palabras expresan lo que pertenece a la divinidad, son propias de los que esperan el primer (advenimiento). Como O Sapientia y O Adonai. “Adonai” es el nombre que todas la criaturas dan al Señor, o al que toda criatura sirve.

Pero aquellas que tienen palabras que pertenecen a la humanidad corresponden a los que viven en la expectación del segundo (advenimiento), comoRadix Jesse O Clavis David.

Hay también algunas que se refieren a ambos, como O Rex gentium. Porque los hijos de Dios suplican al rey por su divinidad, según aquello: “Dios mío confía tu juicio al rey, etc.” (Sal 71), y también por su humanidad según aquello: “Señor, el rey se alegra por tu fuerza, etc.” (Sal 20). Con frecuencia, la súplica se dirige al rey sólo en su humanidad, como: “te he ungido con óleo de júbilo entre todos tus compañeros” (Sal 44).

 

Por otra parte, la Iglesia en estas siete antífonas muestra sus múltiples flaquezas y para cada una de ellas pide el remedio de su mal. Éramos ignorantes o ciegos ante la venida de la carne del Hijo de Dios; atados a las penas eternas; esclavos del diablo, vencidos por el mal del pecado estábamos envueltos en las tinieblas; desterrados y expulsados de nuestra propia patria. Por tanto, teníamos necesidad de un maestro, de un redentor, de un liberador, de un guía, de uno que nos iluminara, de un salvador: éramos ignorantes y teníamos necesidad de recibir su enseñanza.

 

Por eso, en la primera antífona suplicamos: O Sapientia quae ex ore, etc. (Eclo 24,3; Sab 8,1; Is 40,3). Oramos también para que no fuera a resultar vano el hecho de recibir enseñanzas sin que fuéramos, no obstante redimidos.

 

Por eso, en la segunda antífona, le pedimos que seamos redimidos. O Adonai, etc. (Ex 6,2; 3,14; 19 y 20,2-3).

 

Pero, para que nada resultara ser inútil, en el caso de ser doctos y redimidos, pero incluso después de la redención siguiéramos cautivos por eso, en la tercera antífona, pedimos que seamos liberados. O Radix Jesse, etc. (Is 40,50 y 60).

Para que no resultara ser vano que los cautivos, a pesar de haber sido redimidos y liberados, no fueran también absueltos de toda atadura, como si se encontraran bajo el peso del pecado y tuvieran tal sensación de vencidos que no pudieran ir donde quisieran, por eso, en la cuarta antífona, pedimos que se nos libre de todos los vínculos del pecado. O Clavis David, etc. (Ap 3,7; Is 22,22 y Lc 1 cap). Además los que han estado por largo tiempo en la cárcel tienen los ojos llenos de tinieblas y no pueden ver con claridad. Por eso después de haber sido liberados de la cárcel, falta aún que seamos iluminados y veamos dónde hemos de ir.

Por eso, en la quinta antífona pedimos eso. O Oriens, splendor, etc. (Za 6,12; Sb 7,22-30; M1 3,20 y Lc 1 cap.). Pero si fuéramos doctos y liberados del todo de los enemigos e iluminados: qué sería lo que tendría valor sino el hecho de tener que ser conducidos al reino y allí ser salvados.

Por eso, en las dos siguientes antífonas, pedimos ser salvados: O Rex Gentium, etc. (Ag 2,6-9; 1P 2,4-10; Ef 2,11-22; Henoc, cap2). En ella pedimos la salvación de las naciones. Y O Emmanuel, etc (Is 7,14; Is 33,17-24; Mt 1,23; Henoc, penúltimo cap.) . En ella pedimos la salvación de los judíos.

 

En algunas iglesias añaden otras dos antífonas: una primera en honor de santa María Virgen, que concibió; una segunda por el ángel que se presentó a la Virgen […]. Se añaden estas dos para que se complete el número de nueve según el significado que se dé a las antífonas. Así, de los siete dones del Espíritu Santo, llegamos a los nueve órdenes de los ángeles, cada uno de los cuales deseaba el nacimiento de Cristo, para que se pudiera volver a completar su número después de los que habían caído del cielo.

 

También hay algunas iglesias que cantan doce, como una expresión de los doce profetas que anunciaron el advenimiento de Cristo; también pueden significar el testimonio que los doce apóstoles corroboraron, por el que se salvaron las doce tribus y fueron doce mil los marcados,

Pero sólo son siete las que gozan de favor. Todas empiezan con la “O ”, con un sentido más bien admirativo que vocativo. Se cantan a la hora de Vísperas porque el Señor vino al atardecer del mundo. Recordemos a Elías, alimentado con carne por la tarde y con pan por la mañana. Nuestro Señor , que asumió nuestra carne en la última etapa del mundo y resucitó al amanecer, se hizo pan de los ángeles.

Y advierte que esta semana es llamada, con acierto, preparación próxima a la Navidad, y nos acerca a su momento histórico. Invoca con voz fuerte, cantan, porque no piensan simplemente en alguien relacionado con las cuatro témporas, sino que es el Señor aquel a quien se refiere la cercana natividad.

Es conveniente, pues, que antes de la Natividad del Señor, el canto y todas las antífonas y todas las cosas sensibles se renueven. Porque de la misma manera que muchísimos y frecuentes anuncios mueven más el corazón de los súbditos para recibir con solicitud y honoríficamente al prelado, así también, por la renovación del canto nos sentimos movidos más repetidamente a purificarnos de nuestros torpes y terrenos pensamientos, a fin de que de esta manera preparemos con piadosos pensamientos un digno habitáculo y ornato al rey de los reyes que ha de venir. Por eso todo el Adviento es considerado una preparación. (…)

 

Guillermo Durando de Mende (1230-1296)

Rationale Divinorum Officiorum

Libro VI, cap. XI

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