Para el pintor es importante la línea que divide toda la imagen en dos partes, la de arriba y la de abajo. En la parte inferior obscura, en la cumbre de la montaña, tres discípulos de Jesús: Pedro, Santiago y Juan. Encima una realidad diferente de total claridad, que apenas se puede pintar. Entre Moisés y Elías está Cristo como envuelto por la luz pascual. Según el relato bíblico, Él resplandecía como el sol y Su túnica brillaba como una luz. La pregunta y el tema de la imagen es cómo y si el resplandeciente acontecimiento de la parte superior se puede comunicar, a los que están en la obscuridad. El pintor ha hallado una forma para realizarlo que es permitir que la luz superior resplandezca sobre los ojos cerrados de los Apóstoles. Según Lucas, esto fue como un sueño, del que despertaron, evidentemente no cada uno de su propio sueño. Fue más bien una visión, de la que participaron los tres simultáneamente. Sólo así, con el recuerdo de esta visión pudieron soportar la obscuridad y la dificultad del tiempo venidero, descendiendo hasta el valle y subiendo a Jerusalem.
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