Cristo Dios,
que padeciste por nosotros la afrenta de la cruz y de la muerte,
concédenos:
que por ti venzamos nuestros vicios;
para que, lo mismo que tú, después de la muerte,
resucitas glorioso,
también nosotros resucitemos por tu gracia
de la muerte del pecado
y nunca volvamos a caer.
(O.V. 800)