No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrifico de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado; a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere
para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz.
Que nada te altere.
Que nada se capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote y conserva siempre sobre tu rostro,
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste,
adora y confía
Teilhard de Chardin
SEÑOR que se haga tu voluntad y no la mía
dame Tu Espíritu para que pueda configurarme a ti.
Qué maravillosos consejos y qué difíciles a veces de seguir. «Qué nada te altere la paz….» un buen propósito para Cuaresma»: perderse, confiando ciegamente, en ese Dios que nos quiere.
¡Qué buenas palabras! Gracias.
Me han hecho recordar lo que me dijo hace un días un sacerdote amigo: que cuando Dios se mete en tu vida te complica, porque te implica; pero al final, todo se simplifica.
Adelina, Dios ha dicho: «sin MI nada podéis hacer», por eso al final todo se simplifica.
Saludo fraterno en N S J CRISTO