Adviento:
recuerdo del “olivo de Israel”

Enseña el Concilio Vaticano II:

<La Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios.

Reconoce que todos los cristianos, hijos de Abraham según la fe, están incluidos en la vocación del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud.

Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles [cf. Rom 11, 16-24].

Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí mismo.

La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del Apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre, «a quienes pertenecen la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas; y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne» (Rom., 9,4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo> (NA 4).

1 comentario en “Adviento:
recuerdo del “olivo de Israel”

  1. Pues si.
    El empeño de los escritos del Nuevo Testamento es dar cumplimiento, en Jesucristo, todas y cada una de las promesas, aspiraciones, esperanzas y profecías de los Profetas, Patriarcas y Moisés y David.
    No se puede disfrutar sin tener desmenuzado, pulverizado, disuelto y bebido a Israel y los judíos a través de la Biblia y la arqueología que sujeta los textos, los hechos sucedidos y el espíritu del pacto con un solo Dios.
    Desde los «míticos» Adan y Eva. Noé, Babel etc. hasta la línea que une Abraham (que nos fascina que sea histórico y que hable cara a cara con Dios) y María (que fascina su parte en todo este asunto esencial de que ese Dios sea el «Padre»). O de Pablo con la idea de los olivos salvajes injertos. Es genial y nos reconoce el sitio a los «elegidos» fuera del «pueblo elegido».

    Pues sigamos.
    Otra parada en el siglo XIII
    Siempre loar a Santa María. Cantiga 300
    https://youtu.be/xaN4pStovrc

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