El «doce» es el símbolo de orden cósmico y de Cristo como Cronocrátor, dominador del tiempo (12 meses del año).

La Jerusalén Celeste tiene 12 puertas e igual número tiene el Colegio Apostólico.

La relación del Cristo, Cronocrator, a la de los doce signos zodiacales indica por otra parte que El es el Año y los doce signos los meses, queriendo decir con ello que quien rige la existencia es Jesús, el cual ha de alabarse día a día. Por lo demás este y no otro es el sentido del año litúrgico cristiano.
Relación del cuatro por tres con su rica simbólica bíblica.
Por otra parte, según los antiguos cuatro son las materias – fuego, aire, tierra y agua-
y tres los elementos que han de extraerse de la substancia mineral: Azufre, Mercurio y Sal.
La suma de ambas cifras – cuatro y tres – nos da el número siete, día en que Dios creó al hombre.
Multiplicando el tres y el cuatro, surge el doce.
Tal cifra es la de los Apóstoles, quienes acompañan a Cristo en la difusión del Logos.

También, y como ya hemos señalado, son los doce meses del Año (Jesús) y además las doce horas del día.

Cada Apóstol representa una virtud zodiacal, es decir una fuerza y una energía cósmica que no es más que una manifestación parcial de Dios.

Por otra parte debe tenerse en cuenta que doce eran las tribus de Israel, implicación simbólica que ha de vincularse con la cosmológica de los doce signos zodiacales y con la mesiánica de los doce Apóstoles. Estas doce tribus, señala Jean Hani  – tomando prestada la información otorgada por el Pseudo Jonatán – se distribuían en cuatro grupos de tres (la misma unión numeral que hemos indicado más arriba).

Cada uno de éstos tenía un símbolo que le identificaba. Los estandartes eran:
el León, el Hombre, el Toro y el Águila.
¡Es decir, los animales de la visión de Ezequiel, del Apocalipsis y que vemos en las representaciones del Tetramorfos!
Son los seres que manifiestan las cuatro virtudes cardinales: Justicia, Prudencia, Templanza y Fortaleza.

Encuentro en san Pascual

En italiano:

Il Medioevo fu il periodo solare della spiritualità cristiana: sui portali di pievi e Cattedrali romaniche Cristo era rappresentato in gloria, risorto, benedicente, posto di regola al centro dello Zodiaco, come Signore del cosmo e del tempo.

. Zenone da Verona, nel IV secolo, fu il maggiore interprete dei segni zodiacali nello spirito della nuova legge. In questo tipo di lettura, nella prima metà dello Zodiaco, tra l’Ariete, simbolo dell’agnello mistico e il segno della Vergine, si consuma il dramma divino: dal sacrificio di Cristo (Toro), fino alla risurrezione e al trionfo della luce (Leone e Cancro) si passa dall’antica alla nuova legge (Gemelli) attraverso la porta mistica del grembo di Maria (Vergine).

La seconda metà dello Zodiaco (dalla Bilancia ai Pesci) riassume invece il dramma umano, con il tema della caduta e redenzione dell’uomo, che trova il suo riscatto nel segno dell’Acquario, simbolo di purificazione del peccato originale per mezzo del battesimo – salvezza dei popoli di Dio, ebrei e gentili, incarnati nel segno dei Pesci, che conclude lo Zodiaco.

Sul palcoscenico del firmamento, le costellazioni seguono così, passo per passo, il cammino del dramma biblico, dall’inizio del mondo fino al compimento del destino terreno dell’uomo: astri, comete, venti e segni zodiacali ruotano attorno al perno dell’eternità, ognuno al suo posto, con Cristo benedicente al centro, Signore del tempo e dello spazio, la cui mano governa la volta celeste.