Figuras del Adviento son
el profeta Isaías,
Juan el Precursor,
el ángel Gabriel,
y Santa María, la Hija de Sión,
Virgen y Madre de Jesucristo.
Oremos estos días con las plegarias hispanas de nuestros padres:
Es justo y necesario darte siempre gracias,
Señor, Padre santo, Dios omnipotente y eterno,
por Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro;
a quien Juan, amigo fiel, precedió naciendo,
precedió predicando en el desierto,
precedió bautizando;
al preparar el camino del juez y del redentor,
convocó a los pecadores a la penitencia,
y, a fin de ganar un pueblo para el Salvador,
bautizó en el Jordán
a los que confesaban sus propios pecados.
Él no confería a los hombres
la gracia de una total renovación,
sino que los animaba a esperar
la presencia del Salvador.
No perdonaba por sí mismo los pecados de los que acudían a él,
sino que prometía para más adelante
la remisión de las culpas a los que creyesen;
así, quienes se sumergían en las aguas de la penitencia
debían esperar el remedio del perdón de aquél que había de venir,
y llegaría lleno del don de la gracia y de la verdad.
Cristo, pues, fue bautizado por Juan,
con agua visible y Espíritu invisible.
Todos eran guiados por la obediencia a la misericordia,
por el hijo de la estéril al Hijo de la Virgen,
por Juan, hombre grande, a Cristo, hombre Dios.
Al cual adoran los ángeles y los arcángeles,
los tronos, las dominaciones y las potestades, diciendo así:
Santo, Santo, Santo…
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Recordamos hoy a santa Bárbara y a san Juan Damasceno.
Homenaje hispano a Juan Damasceno con la Cantiga de Santa María de Alfonso X el Sabio.
Incluida en el doble CD CANTIGAS DE BIZANCIO, Pneuma PN2-880
Al grabar e interpretar las cantigas con tantos personajes importantes, sobretodo Santa María, se hacen cercanos entre su siglo, el siglo XIII del rey poeta y nuestro siglo.
https://youtu.be/mwpVsRdLIak
CSM 265 SAN JUAN DAMASCENO.
Santa María curó a San Juan Damasceno (Padre de la iglesia griega, +780), la mano que le mandó cortar el emperador León III, debido a unas falsas cartas que escribió un alumno envidioso, imitando su letra. Cantiga grande de 27 estrofas.
Traducción al castellano
CSM 265 SAN JUAN DAMASCENO.
Cómo Santa María curó a Juan Damasceno la mano que le mandó cortar el emperador.
ESTRIBILLO
La Virgen santa da siempre gran galardón
a sus fieles cuando sufren adversidades sin causa.
COPLAS
Sobre esto voy a contaros un milagro
que encontré escrito en un libro viejo,
obra de la Virgen Madre del supremo Rey,
en quien hallaréis siempre piedad y devoción.
Juan Damasceno era el nombre de aquel
por quien hizo el milagro la que nos mantiene
en la firme esperanza de recibir su gracia
en el paraíso en el que los santos moran.
Era éste hombre de alto linaje,
no de baja extracción, y siempre,
desde su niñez, aprendió de todas las artes
con gran aprovechamiento
y utilidad. Y siempre su acertado saber
le alejó del mal y amó a Santa María,
la que puede y vale, más que a nada,
y por serle fiel, entró luego en religión.
Y rezó siempre bien sus horas,
y en la misa, cantó alabanzas a la Virgen.
Pero más tarde fue apresado
por los mahometanos y encarcelado
en Persia, donde un hombre rico
lo compró como esclavo.
Y ahí, aherrojado, por lo que sé,
rogaba siempre devotamente a Dios
y a Santa María que se dignase
ayudarle a librarse de tal desdicha.
Y Ella le hizo ser amado por su dueño,
de modo que entraba cuando quería
en su casa y allí enseñó a leer
a su hijo y también a escribir
como él mismo hacía, de tal modo
que nadie habría podido discernir
quien de los dos escribía más y mejor.
Enterado de esto, el emperador
mandó decir a aquel señor que
se lo enviase como regalo, sin tardanza,
y así lo hizo enseguida.
Y cuando le conoció el emperador
quedó muy satisfecho y le hizo
ingresar en la Orden de san Benito
y trasladarse a un monasterio que, según tengo
entendido, estaba en Roma, adonde iba
a visitarlo con frecuencia y, cuando lo hacía,
escuchaba siempre sus consejos y prédicas.
Juan siempre le advertía que había
de respetar mucho a Dios y favorecer
siempre a sus fieles, subvencionando
generosamente a los peregrinos necesitados.
Pero en Persia, en el hijo de quien
le había comprado como siervo
fue creciendo tal envidia que escribió
varias cartas con aviesa intención
como si fueran de Juan,
pues nadie podría distinguir
su letra de la del otro,
tan parecidas eran como dos ratones,
y encomendó a uno de sus hombres:
“Ve allí donde se encuentra el emperador
y deja estas cartas aquí y allá,
como mejor te parezca, pero nunca juntas.”
Cumplió sin falta la orden el esbirro,
dejando las cartas donde pudiera
encontrarlas el emperador,
quien, al leerlas enfurecióse como un león,
pues decían: “A vosotros,
amigos nuestros, que estáis en África,
yo, Juan Damasceno, que vivo aquí,
os envío saludos y la bendición
de nuestro Dios padre que está en los cielos;
sabed que en verdad hay pocas fuerza
en el Imperio y está mal abastecido,
por lo que pronto podréis liberaros
de su yugo, si queréis.”
El emperador, apenas leyó
y examinó las cartas, dijo: “El malvado
Juan Damasceno hizo esta traición,
pues suya es de fijo la letra,
por san Dionisio, pero yo haré
que quien quiso hacer tanto mal
muy mala visión llegue a tener de sí.”
Pidió luego consejo de esto a los suyos
y, oído éste, mandó castigar
cruelmente a Juan Damasceno
allí donde fuese hallado.
Y a continuación ordenó a uno de sus hombres:
“Córtale la mano derecha, que es la que, en su locura,
escribió esas cartas; luego, que se las arregle
como pueda.” Mutilado, Juan echóse en oración
ante el altar de la Santa Emperatriz,
tal como dice el libro,
rogando así: “Si te he servido, muestra
tu milagroso poder en esta gran ocasión
de mi mano perdida; no es por la herida,
que ni me escuece ni me duele ni me importa,
pero Tú, que eres Madre de Aquel
a quien los griegos llaman Santo, pídele
que me devuelva la mano,
pues no escribió esa traición ni jamás
pensé en hacerla. Si algún loor o cantar mío
te ha complacido, correspóndeme así.”
Toda la noche, hasta que amaneció,
se la pasó repitiendo eso, tendido en cruz
ante el altar. Y la que siempre se porta bien
trajo la mano y se la puso en el muñón.
En abril estuvo ya curado,
y más tarde, ante el emperador
y una multitud de cien mil fieles,
cantó misa y encabezó una procesión.
ORIGINAL GALAICO-PORTUGUÉS
CSM 265 SAN JUAN DAMASCENO.
Como Santa Maria guareceu a Johan Damac~eo da mão que avia corta.
ESTRIBILLO
Sempr’ a Virgen santa dá bon gualardon
aos seus que torto prenden sen razon.
COPLAS
Un miragre desto que escrit’ achei
en un livr’ antigo vos ora direi
que a Virgen Madre fez do alto Rei,
ond’ ajades piadad’ e devoçon.
Johan Damascen’ ouve nome, sei ben,
por quen o miragre fez a que nos ten
en firm’ esperança de nos fazer ben
eno paraiso u os santos son.
Est’ ome de linnage foi non rafez,
mais de grand’,e senpre des sa men~yez
aprendeu nas artes, por que mayor prez
ouve dos que eran en [e]ssa sazon
De saber. E soube senpre ben sen mal,
e Santa Maria, a que pod’ e val,
amou mais que al ren, e por lle leal
seer entrou logo en religion.
E sas oras todas sempre ben rezou,
e pois foi de missa, mui ben a cantou
a Virgen loando. Mais pois cativou
de mouros, e levado foi en prijon
A Perssia; e un mouro rico deu
por el seu aver, e ficou servo seu.
E aly jazendo, per quant’ aprix eu,
senpr’ a Deus rogava mui de coraçon
E a Santa Maria, que ajudar
o quisess’ e daquela coita tirar.
E ela o fez a seu sennor amar,
assi que o leixou entrar a baldon
En ssa casa e amostrar a leer
a seu fill’ e outrossi a escrever
com’ el escrevia, que sol connocer
non podian nen fazer estremaçon
Qual deles escrevia mais nen mellor.
E pois esto soube o Emperador,
enviou dizer a aquel seu sennor
que logo sen al llo enviass’ en don;
E ele o fezo logo manaman.
E o Enperador, poi-lo viu, mui gran
prazer con el ouv’ e en orden de San
B~eeito o fez logo meter enton,
[En] un mõesteiro, per quant’ aprendi,
que era en Roma; e y´ano y
veer ameud’, e el estand’ aly,
seu conssell’ oya senpr’ e seu sermon.
E sempre lle conssellava que con Deus
se tevesse muit’ e des i aos seus
sempre ben fezess’, e pobres romeus
ouvessen mui gran part’ e mui gran quinnon
Mais en Perssia o fillo do burges,
cujo preso fora, tal enveja pres,
que fezo de cartas dous pares ou tres
e enviou sobre atal entençon,
Porque ssa letera estremar adur
poderia ome da sua nenllur
poi-las achassen, ca nunca mur con mur
se mais semellaron en sua faiçon.
E disse a un seu ome: «Vai-te, senner,
ben aly u o Emperador sever;
aquestas cartas deitarás como quer
long’ h~ua d’outra, ca ajuntadas non.»
E o mandadeiro desto non falir
quis e foi deitar as cartas, sen mentir,
u o Emperador achou, que abrir
as foi e tornou bravo com’ un leon.
Ca as cartas dizian: «Aos dalá,
nossos amigos que en Affrica á:
eu, Johan Damasc~eo, que viv’ acá,
vos envio saudar con b~eeiçon
De Deus nosso Padre que en ceo ssé.
Que eno emperio pouca gent’ é
sabede, e mal bastido, a la ffe,
está; por que vos toste de suggeçon
Poderedes sair ora, se vos praz.»
O Emperador, pois viu esto, assaz
catou as leteras e diss’: «O malvaz
Johan Damascen’ aquesta traiçon
Fez, ca destas leteras soon ben fis
que ele as escriviu, par San Denis;
mais farei-vo-ll’ eu o que mal fazer quis,
que el de ssi veja mui maa vijon.»
Log’ enton aos seus conssello pidiu
sobr’ aqueste feito; e pois que oyu,
a don Johan Damac~eo, u o vyu
o poboo, mandou-lle fazer lijon.
E a un seu ome disse logo: «Tol
ll’ a mão destra, por que fez come fol
aquela carta; e pois faça sa prol
per u mais poder.» E el en oraçon
Se foi deitar, per com’ o escrito diz,
ant’ o altar da Santa Emperadriz
e dizend’ assi: «Se t’ eu serviço fiz,
mostra teu miragr’ en tan grand’ oqueijon
Que colli da mão; mas quant’ h~ua noz
non dou pela chaga, ca non dol nen coz.
Mais tu que es Madre daquel que Ayoz
chamad’ é dos gregos, fas ta petiçon
Que me dé mia mão, ca eu nunca fix
esta tra[i]çon nen faze-la non quix;
e se cantar ou loor eu de ti dix
que te prouguesse, fas-lle tu este son.»
Toda a noite ben at~eena luz
jouv’ esto dizendo e tendud’ en cruz
ant’ o altar. Mais la que senpre aduz
ben, trouxe a mão e eno tocon
Lla pos, e foi são eno mes d’abril;
e logo ant’ o Emperador gentil
e ante outros omees ben cen mil
cantou ssa missa e fez gran precisson.
Cuánta riqueza de plegarias y de cantigas en este día de Adviento de preparación para la venida del Señor. Maranatha!
Tanta las oraciones como las cantigas son de una gran riqueza que resalte este camino de Adviento hacia el nacimiento del Señor. Gracias.