El Superior del Rito Arzobispo-Primado
El Año de la Fe, recién estrenado, se presenta, en palabras del Papa Benedicto XVI, como «una peregrinación en los desiertos del mundo contemporáneo, llevando consigo solamente lo que es esencial (…) el Evangelio y la Fe de la Iglesia» (Homilía en la Misa del inicio del Año de la Fe, 11-10-2012). Conviene, por tanto, centrarse en lo esencial, retornar a las fuentes. En
otras palabras, se trata de poner a Cristo mismo en el centro de toda la acción de la Iglesia: Él es la garantía de que el desierto contemporáneo se trasformará en un vergel.
La fe es un don del Espíritu que nos fortalece y nos hace crecer, pero nos hace crecer en comunidad, y no como miembros aislados, ya que sólo se crece en comunión; y sólo así estaremos preparados para anunciar, con palabras y obras, el mensaje de Cristo. Pero el anuncio del mensaje de Cristo no puede reducirse a una simple enseñanza; el anuncio lleva a quien lo oye a dar una respuesta, negativa o positiva; esta última será una palabra de fe, que implica una aceptación de Jesucristo y un compromiso, para que se cumpla la Alianza entre Dios y su pueblo (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica , 1102)
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