Cincuentena del Aleluya

“¡Venid, cantores buenos, hijos de la alabanza del Dios verdadero!
¡Han llegado los días en que hemos de cantar el Aleluya!”
Estas palabras que ya hace muchos años dirigía san Agustín (cf. In Ps. 110,1),
exultante de júbilo pascual, a su grey,
recobran toda su lozanía cada vez que amanece el sol
de la mañana de Pascua sobre el panorama cambiante del mundo.

Photina Rech, El Aleluya, canto de Pentecostés
en Benedictinas de Herstelle, Nuestra Pascua, 
Madrid 1962, 244.

 

2 comentarios en “Cincuentena del Aleluya

  1. Agustín lo sabe. Y Teresa de Jesús. Y cualquier místico … ante el drama del lenguaje por lo inefable «palabra quebrada», saudade por la «presencia ausente»… el «rasgado de los cálamos», con poesía cósmica…
    Y «sólo nos queda el canto», el Aleluya.

  2. Agustín (In Ps. 110,1):
    «Llegaron los días de cantar Aleluya. Atended, hermanos, para que podáis percibir la exhortación que el Señor me sugiera v fomentar la caridad, con la que nos es un bien unirnos a Dios. Atended, insignes cantores, hijos de las alabanzas y de la gloria sempiterna del verdadero e integérrimo Dios. Estad atentos los que sabéis cantar y salmear en vuestros corazones a Dios, dando gracias siempre por todas las cosas [Ef 5,19.20], y alabad a Dios, pues esto significa Aleluya. Llegan ciertamente estos días que han de pasar, y pasan una vez que han llegado, simbolizando al día que no llega ni pasa, porque no le antecede el día de ayer para que venga, ni el de mañana le urge para que pase. Cuando nosotros hubiéramos llegado a él, quedando asociados a él, no pasaremos. Y, conforme se canta a Dios en cierto lugar, serán bienaventurados los que habitan en tu casa: por los siglos de los siglos te alabarán [Sal 83,5]. Este será el oficio de los tranquilos, la obra de los desocupados, la acción de los sosegados, el afán de los seguros. Así como estos días suceden solemnemente con grata alegría a los días pasados de la Cuaresma, por los que antes de la resurrección del cuerpo del Señor se simboliza la tristeza de esta vida, así el día que se dará después de la resurrección al Cuerpo total del Señor, esto es, a la santa Iglesia, se presentará con perpetua bienaventuranza, excluyendo todas las miserias y dolores de esta vida. Sin embargo, esta vida exige de nosotros la templanza, a fin de que, gimiendo sobrecargados con los trabajos y las luchas y anhelando sobrevestirnos de nuestro domicilio, que es el cielo [2Co 5,2 ], nos abstengamos de los deleites mundanos. Esto lo simboliza el número cuadragenario, durante el cual ayunaron Moisés, Elías y el Señor [Ex 34,28; 2R 19,8; Mt 4,2]. También se nos manda a nosotros por la ley, los profetas y el Evangelio, el cual recibe el testimonio de la ley y los profetas, y, por lo mismo, también en el monte resplandeció, en medio de ambas personas, el Salvador [Mt 17,31], que refrenemos, como con ayuno de moderación, nuestra avidez de todos los atractivos mundanos, con los que, cautivados los hombres, se olvidan de Dios mientras se predica la ley del decálogo, como salterio de diez cuerdas, por las cuatro partes del mundo, es decir, por todo el orbe; para que así el diez, sumado cuatro veces, forme el número cuadragenario. En el número quincuagenario, que se cuenta después de la resurrección, en el cual cantamos Aleluya, simboliza no el paso y el fin de cualquier tiempo, sino la bienaventurada eternidad, puesto que añadió al cuadragenario el denario; salario que se paga después de esta vida a. los fieles trabajadores, el cual, por determinación del padre de familia, es igual para los últimos y los primeros. Oigamos ya, lleno el pecho del pueblo de Dios de alabanza divina. Ved que celebra este salmo a cierto hombre alborozado con dichosa alegría. Prefigura al pueblo que tiene lleno el corazón del amor de Dios, es decir, al Cuerpo de Cristo librado de todo mal.»
    https://www.augustinus.it/spagnolo/esposizioni_salmi/index2.htm

    Gracias a Dios, en especial por los Salmos, por los prójimos que los cantan, y por los que los han explicado, desde S. Agustín hasta nuestros días.

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