Cristo es nuestro Sacerdote

Es justo y necesario, Padre omnipotente,
darte gracias, por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro,
verdadero y eterno Pontífice,
único sacerdote sin mancha de pecado.

Te ofrecemos, no sólo por las culpas del pueblo
sino también por nuestras propias ofensas,
la víctima que te hace propicio,
cuya sangre purifica el corazón de todos los hombres;
para que los pecados cometidos por fragilidad de la carne
queden perdonados por la intercesión del sumo sacerdote.

A quien todos los ángeles con razón
no cesan de aclamar, diciendo: Santo, Santo, Santo.

(Illatio, dom X cot.)

Nuestra liturgia insiste en que Cristo, el Señor,
se ha hecho Cordero de sacrificio
siendo, a la vez, el Sacerdote único, sumo y eterno.

1 comentario en “Cristo es nuestro Sacerdote

  1. Con todo respeto y veneración, esta oración corta y condensada, no adorna ni se va por las ramas.
    Para empezar da gracias con la formula (es justo y necesario) que tomará el rito romano, o que es común a toda liturgia. Y las gracias son por reconocer a Jesus el Cristo como:
    Único Pontífice
    Sacerdote eterno
    Hijo de Dios
    Señor nuestro.
    Ya podría haber terminado la oración. Ya tenemos al Padre complacido. Ya somos como Pedro y Pablo, el Espíritu y no la carne nos lo ha enseñado.

    Pero ahora viene lo nuestro… y lo muy antiguo que hacemos desde la prehistoria, ofrecer la «sangre». La sangre que purifica, no algunos asuntos del pueblo, sino «todos los pecados», las ofensas de ellos y del que habla. Y remarca que son pecados de la carne humana y fragil.
    Y ahora viene lo grande, el hábil juego… pues la víctima que se ofrece con osadía es el propio Sumo Sacerdote que a su vez es el mediador. Y de forma genial se motiva para que la «Sangre purifique el corazón» de los hombres.
    Y ahora, dicho esto… pasmados y aun en pie… nos unimos a las voces de los ángeles …
    Todo esto, esta corriente mas que eléctrica, misteriosa, de abajo – arriba, arriba-abajo, se da y se hace desde un eje, un polo, un foco… el «altar» y por un «consagrado» que se atreve a la vez indigno y dignificago.

    Terribilis locus est

Responder a Eduardo Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *