«Día» de Nochebuena


HOY se lee en el martirologio:

«Conmemoración de todos los santos antepasados de Jesucristo,
hijo de David, hijo de Abrahán, hijo de Adán,
es decir, los padres que agradaron a Dios y fueron hallados justos
y murieron en la fe sin haber recibido las promesas,
pero viéndolas de lejos y saludándolas,
de los cuales nació Cristo según la carne,
que es Dios bendito sobre todas las cosas y por todos los siglos».

Hoy sabréis que viene el Señor 
y mañana contemplaréis su gloria».
Estamos en la víspera del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo”.
Esperamos con la Madre, la Virgen María:
“Ella es el templo de Dios que nos va a dar a Jesucristo”.
***

Audición: Hodie scietis (Hoy sabréis)

«Hoy sabréis que viene el Señor y mañana contemplaréis su gloria»

Hoy, en la proclamación del Evangelio, escuchamos el «Benedictus» o cántico de Zacarías (Lc 2, 67-79).
Este sacerdote, «lleno del Espíritu Santo, hace dos profecías extraordinariamente generales:
una acerca de Cristo y otra acerca de Juan Bautista» (Orígenes).
La Iglesia en Occidente, desde hace muchos siglos, repite el cántico del Benedictus al comenzar la jornada.

En la Noche santa de Navidad cenamos pronto
para poder participar en la Misa del Gallo.

«Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy». 
La Iglesia [en el Rito romano] comienza la liturgia de la Noche Santa con estas palabras del Salmo segundo. Ella sabe que estas palabras pertenecían originariamente al rito de la coronación de los reyes de Israel. El rey, que de por sí es un ser humano como los demás hombres, se convierte en «hijo de Dios» mediante la llamada y la toma de posesión de su cargo: es una especie de adopción por parte de Dios, un acto de decisión, por el que confiere a ese hombre una nueva existencia, lo atrae en su propio ser.
La lectura [de esta noche], tomada del profeta Isaías, presenta de manera todavía más clara el mismo proceso en una situación de turbación y amenaza para Israel:
«Un hijo se nos ha dado: lleva sobre sus hombros el principado» (9,5).
La toma de posesión de la función de rey es como un nuevo nacimiento. Precisamente como recién nacido por decisión personal de Dios, como niño procedente de Dios, el rey constituye una esperanza. El futuro recae sobre sus hombros. Él es el portador de la promesa de paz.
En la noche de Belén, esta palabra profética se ha hecho realidad de un modo que habría sido todavía inimaginable en tiempos de Isaías. Sí, ahora es realmente un niño el que lleva sobre sus hombros el poder. En Él aparece la nueva realeza que Dios establece en el mundo. Este niño ha nacido realmente de Dios. Es la Palabra eterna de Dios, que une la humanidad y la divinidad. Para este niño valen los títulos de dignidad que el cántico de coronación de Isaías le atribuye: Consejero admirable, Dios poderoso, Padre por siempre, Príncipe de la paz (9,5).
Sí, este rey no necesita consejeros provenientes de los sabios del mundo. Él lleva en sí mismo la sabiduría y el consejo de Dios. Precisamente en la debilidad como niño Él es el Dios fuerte, y nos muestra así, frente a los poderes presuntuosos del mundo, la fortaleza propia de Dios.

««María dio a la luz a su hijo primogénito» (Lc 2,7).
San Lucas describe con esta frase, sin énfasis alguno, el gran acontecimiento que habían vislumbrado con antelación las palabras proféticas en la historia de Israel. Designa al niño como «primogénito». En el lenguaje que se había ido formando en la Sagrada Escritura de la Antigua Alianza, «primogénito» no significa el primero de otros hijos. «Primogénito» es un título de honor, independientemente de que después sigan o no otros hermanos y hermanas. Así, en el Libro del Éxodo (Ex 4,22), Dios llama a Israel «mi hijo primogénito», expresando de este modo su elección, su dignidad única, el amor particular de Dios Padre. La Iglesia naciente sabía que esta palabra había recibido una nueva profundidad en Jesús; que en Él se resumen las promesas hechas a Israel. También, la Carta a los Hebreos llama a Jesús simplemente «el primogénito», para identificarlo como el Hijo que Dios envía al mundo después de los preparativos en el Antiguo Testamento (cf. Hb 1,5-7).
El primogénito pertenece de modo particular a Dios, y por eso —como en muchas religiones— debía ser entregado de manera especial a Dios y ser rescatado mediante un sacrificio sustitutivo, como relata san Lucas en el episodio de la presentación de Jesús en templo.
El primogénito pertenece a Dios de modo particular; está destinado al sacrificio, por decirlo así. El destino del primogénito se cumple de modo único en el sacrificio de Jesús en la cruz. Él ofrece en sí mismo la humanidad a Dios, y une al hombre y a Dios de tal modo que Dios sea todo en todos.
San Pablo ha ampliado y profundizado la idea de Jesús como primogénito en las Cartas a los Colosenses y a los Efesios: Jesús, nos dicen estas Cartas, es el Primogénito de la creación: el verdadero arquetipo del hombre, según el cual Dios ha formado la criatura hombre. El hombre puede ser imagen de Dios, porque Jesús es Dios y Hombre, la verdadera imagen de Dios y el Hombre. Él es el primogénito de los muertos, nos dicen además estas Cartas. En la Resurrección, Él ha desfondado el muro de la muerte para todos nosotros. Ha abierto al hombre la dimensión de la vida eterna en la comunión con Dios. Finalmente, se nos dice: Él es el primogénito de muchos hermanos. Sí, con todo, Él es ahora el primero de más hermanos, es decir, el primero que inaugura para nosotros el estar en comunión con Dios. Crea la verdadera hermandad: no la hermandad deteriorada por el pecado, la de Caín y Abel, de Rómulo y Remo, sino la hermandad nueva en la que somos de la misma familia de Dios. Esta nueva familia de Dios comienza en el momento en el que María envuelve en pañales al «primogénito» y lo acuesta en el pesebre.
Pidámosle: Señor Jesús, tú que has querido nacer como el primero de muchos hermanos, danos la verdadera hermandad.
Ayúdanos para que nos parezcamos a ti.
Ayúdanos a reconocer tu rostro en el otro que me necesita,
en los que sufren o están desamparados, en todos los hombres,
y a vivir junto a ti como hermanos y hermanas,
para convertirnos en una familia, tu familia». 

Verde, el color de la vida que trae Jesús; rojo, el color de su sangre por la que hemos sido rescatados.

2 comentarios en “«Día» de Nochebuena

  1. Escucha si puedes este maravilloso programa de una hora de radio de Juan Carlos Asensio, sobre el canto gregoriano en las 4 misas de la Navidad: Vísperas, Noche (del Gallo), Aurora y Mañana de Navidad, 24 y 25-12-2022. Sicut luna perfecta. https://www.rtve.es/play/audios/sicut-luna-perfecta/navidad-gregoriana-24-12-22/6763946/
    ***
    Y subrayo esta sorprendente frase (humana-mística) de una de las lecturas litúrgicas del profeta poeta favorito, en la misa vespertina:
    «…la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.»

    Isaías 62. 1-5. Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido.

    Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.

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