<Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre.
En verdad, en verdad os digo que
si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo;
pero si muere, produce mucho fruto.
El que ama su vida la perderá,
y el que aborrece su vida en este mundo,
la guardará para la vida eterna.
Si alguien me sirve, que me siga,
y donde yo estoy allí estará también mi servidor;
si alguien me sirve, el Padre le honrará>.

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Queremos ver a Jesús…

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En muchos lugares se recuerda hoy a San Patricio, obispo,
que de joven fue llevado cautivo desde Gran Bretaña a Irlanda,
y tras recuperar la libertad quiso ser contado entre los clérigos
y regresar a la misma isla, donde, elegido para la sede episcopal,
anunció con ardor el Evangelio y organizó con firmeza la Iglesia,
hasta que en la ciudad de Down se durmió en el Señor (s. V).
Tradicionalmente se le atribuye el haber utilizado el trébol —de tres hojas—,
como catequesis metafórica para explicar el misterio de Dios Trino y Uno.
En el icono se puede observar el trébol en la cruz que decora el Evangeliario
que el santo sostiene en su mano izquierda.
Fijémonos que no toca directamente el Libro con la mano.
El uso del paño indica la santidad del objeto: lo sagrado no es manipulable.
Las Iglesias del Norte de España
testimonian la estrecha relación con las Iglesias célticas (Irlanda, Escocia, etc.).
Bien conocido en el siglo de oro español:
el santo es protagonista de la comedia religiosa «El purgatorio de San Patricio» (1636)
de Pedro Calderón de la Barca, presbítero madrileño.

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Un libro para rezar en este <Año de la oración>:
«El peregrino ruso».