Gracias a todos los miembros de la vida consagrada, monjes y monjas, religiosos, religiosas, institutos seculares, sociedades de vida apostólica, nuevas formas de vida consagrada y vírgenes consagradas.
Sois un regalo en la Iglesia para todos los hombres.
Sois el referente para la oración y la oblación.
Estáis presentes en ámbitos muy diversos de la existencia de los hombres, que abarca un arco que va desde el mismo inicio de la vida hasta su término. Anunciáis a Jesucristo en campos muy diversos, muchos estáis presentes en la tarea de eliminar las nuevas esclavitudes que aparecen en nuestro mundo sin decir nada, viviendo, amando y regalando la presencia sanadora de Jesucristo. Gracias por vuestra entrega profética. Quiero tener un encuentro pronto con vosotros. Os acompañaré y me acompañaréis en el llevar la alegría del Evangelio a todos.