El diálogo inicial de la Plegaria Eucarística

Introibo ad altare Dei

Introibo ad altare Dei

En la liturgia de la Iglesia de España, como en todas las demás, la Plegaria Eucarística va precedida de un diálogo entre el celebrante y la asamblea.

 

En la liturgia Gotho-hispana, para subrayar el movimiento del celebrante y del diácono, que en este momento dejan la sede y suben al altar, el diálogo se inicia con el versículo:

<Me acercaré al altar de Dios>.

Al que todos responden:

<A Dios que es nuestra alegría>.

El diácono interviene exhortando a los fieles a la atención:

<Oídos atentos al Señor>,

a lo que el pueblo responde:

<Toda nuestra atención hacia el Señor>.

Prosigue el sacerdote:

<Levantemos el corazón>.

Y el pueblo asiente:

<Lo tenemos levantado hacia el Señor>.

Finalmente, el sacerdote propone:

<A Dios y a nuestro Señor Jesucristo,
Hijo de Dios, que está en el cielo,
demos debidas gracias y alabanzas>.

Y todos afirman:

<Es justo y necesario>.

 

Constituye una importante peculiaridad del Rito hispano esa explícita intención de dirigir la alabanza indistintamente a Dios Padre y a Jesucristo, su Hijo.

 

Ante la doctrina arriana que, con los suevos y visigodos, se había establecido en la Península, las iglesias católicas de España habían unánimemente sostenido la plena divinidad de Cristo, igual al Padre en dignidad y majestad. Mucho más que con exposiciones teóricas, la verdad de fe quedaba categóricamente afirmada y, como tal, se asimilaba por el pueblo fiel, cuando al Hijo, como al Padre, se dirigían la oración y alabanza de la Iglesia.

 

Tal situación influyó profundamente en toda nuestra antigua liturgia y no sólo en la Misa

(cf. OGMHM 66s).

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