El Espíritu y los huesos secos… 

Misa hispana de difuntos presidida por Mons. Catalá, actualmente obispo de Málaga (2020)

Con los monjes de Cluny se populariza en la Europa cristiana la memoria por todos los difuntos a comienzos de noviembre. Sin embargo, en la España visigótica la memoria de los difuntos estaba vinculada tras el final de la Cincuentena Pascual:

“Al día siguiente de Pentecostés ha de ofrecerse una misa al Señor por las almas de los difuntos, a fin de que, más purificados y participantes de la vida bienaventurada, reciban sus propios cuerpos en el día de la resurrección”.

Regla de san Isidoro, XXV.

Cf. Ezequiel 37,4ss «Los huesos secos»

***

Audición: Memorare 

(Texto latino y traducción española)

Memorare, Domine,  
quoniam pulvis sumus  
homo sicut fænum dies eius,  
et sicut flos feni,  
ita de floruit:  
tu autem, Domine,  
in æternum permanes,  
et anni tui non deficient. 
 
Benedic anima mea Domino,  
et omnia interiora mea  
nomini sancto eius.  
Benedic anima mea Domino,  
et noli oblibisci omnes  
retributiones eius.  
Qui propitius fit cunctis  
iniquitatibus tuis qui sanat  
omnes languores tuos 
 
V/. Gloria et honor Patri  
et Filio et Spiritui Sancto  
in sæcula sæculorum. Amen. 
 
 R/. Memorare, Domine,  
quoniam pulvis sumus  
homo sicut fænum dies eius,  
et sicut flos feni,  
ita de floruit: tu autem,  
Domine, in æternum permanes,  
et anni tui non deficient. 
 
Antífona (Oficio de difuntos) 
 
Acuérdate, Señor,  
de que somos polvo: 
los días del hombre  
duran lo que la hierba, 
y como flor de heno se marchita. 
Tú, en cambio, Señor, 
permaneces eternamente,  
tus años no se acaban. 
 
Bendice, alma mía, al Señor, 
y todo mi ser su santo nombre; 
bendice alma mía, al Señor, 
y no olvides sus muchos beneficios. 
El te perdona todos tus delitos 
y te cura de tus enfermedades. 
 
V/. Gloria y honor al Padre 
y al Hijo y al Espíritu Santo, 
por los siglos de los siglos.  
Amén. 
 
R/. Acuérdate, Señor, 
de que somos polvo: 
los días del hombre  
duran lo que la hierba, 
y como flor de heno se marchita. 
Tú, en cambio, Señor, 
permaneces eternamente, 
tus años no se acaban.
 

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