II Domingo de Cuaresma

El domingo pasado, iniciando solemnemente nuestro itinerario cuaresmal,
nos enfrentábamos con el príncipe de este mundo en “nuestros desiertos”.
En este domingo podríamos decir que concluye el ministerio público de Jesús en Galilea.
A partir del Monte de la Transfiguración comienza la subida a Jerusalén para sufrir su Gloriosa Pasión.
Hoy tomamos una Biblia que tenga buenas notas (Biblia de Jerusalén, CEE, etc.) y leemos Marcos 8,31 y Marcos 9, 1-10.
Miramos, después, las notas explicativas de nuestra Biblia.
El evangelista no indica el nombre del monte, pero la tradición ha situado este misterio luminoso en el Tabor; por eso, se habla de la gloria tabórica.

Mira a los personajes que aparece con Jesús.
Ya la tradición hispana -en sus oraciones o eucología- nos los presentaban desde el primer domingo.
Son personas “clave” que también han hecho su cuarentena en el desierto (Cuaresma).
¿Qué sucede?
¿Qué colores se destacan?
¿Qué dice la voz del Padre?
¿Qué añade a lo dicho en la epifanía del Jordán?
¿Cómo aparece el Espíritu Santo?
¿Qué aprendemos hoy sobre Jesús?
¿Qué nos hace pregustar la Resurrección?

 

Rezamos el salmo 39 (40 en la biblia hebrea) y repetimos despacio:
“En Dios pongo mi esperanza y confío y en su palabra”.


Mosaico del Monte Sinaí (Transfiguración)

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Una lectura típicamente cuaresmal:

Credo del pueblo de Dios

***

 

Durante la semana que hoy empieza podemos leer el cap. IV del evangelio de Juan.
Es el típico evangelio que el Rito hispano propone para su proclamación.
Uno de los elementos más atractivos del relato de Juan (Jn 4)
es la demora de la mujer en captar
qué quiere decir Jesús con eso del «agua de la vida»
o el agua «viva» (v. 11).
Aun así, se siente fascinada
–no sólo por el desconocido mismo, sino también por su mensaje–,
y eso le hace escucharlo.
Después del impacto inicial,
al darse cuenta de lo que Jesús sabe de ella
(«tienes razón al decir que no tienes marido;
pues has tenido cinco hombres,
y el de ahora tampoco es tu marido.
En eso has dicho la verdad», vv. 7-18),
se abre completamente a su palabra:
«Señor, veo que eres profeta» (v. 19).
Comienza el diálogo sobre la adoración a Dios:
«Vosotros dais culto a lo que desconocéis,
nosotros damos culto a lo que conocemos;
pues la salvación procede de los judíos» (v. 22).
Jesús tocó su corazón
y la preparó para escuchar lo que tenía que decir
acerca de sí mismo como Mesías:
«Soy yo, el que habla contigo» (v. 26).
La dispuso para que abriese su corazón
a la verdadera adoración en Espíritu
y a la manifestación de Jesús como Ungido de Dios.
La mujer «dejó el cántaro, se fue a la aldea y contó a los vecinos»
lo referente a aquel hombre (v. 28).
El extraordinario efecto sobre la mujer
de este encuentro con el desconocido
provocó la curiosidad de aquéllos,
de modo que también ellos «acudieron a él» (v. 30).
Pronto aceptaron la verdad de su identidad:
«Ya no creemos por lo que nos has contado,
pues nosotros mismos hemos escuchado
y sabemos que éste es realmente el Salvador del mundo» (v. 42).
Pasan de oír hablar de Jesús a conocerle personalmente,
comprendiendo entonces el significado universal de su identidad.
Y todo esto porque se han implicado con la mente y con el corazón.
El hecho de que la historia tenga lugar junto a un pozo es significativo.
Jesús ofrece a la mujer «un manantial
que brota dando vida eterna» (v. 14).
La delicadeza con que Jesús trata a la mujer
es un modelo de eficacia pastoral:
ayudar a los otros sincerarse sin sufrir
en el doloroso proceso de reconocimiento propio
(«me ha contado todo lo que he hecho», v. 39).
Este enfoque podría producir abundantes frutos
con quienes se sienten atraídos por el «aguador» (Acuario)
y siguen buscando sinceramente la verdad.
Habría que invitarlos a escuchar a Jesús,
que no sólo ofrece agua para saciar nuestra sed,
sino además las profundidades espirituales ocultas del «agua viva».
Es importante reconocer la sinceridad de las personas que buscan la verdad;
no se trata de falsedad o de auto-engaño.
También es importante ser paciente,
como todo buen educador sabe.
Una persona poseída por la verdad
se ve repentinamente llena de una sensación de libertad
completamente nueva,
especialmente frente a los errores y temores del pasado.
«Quien se esfuerza por conocerse a sí mismo,
como la mujer junto al pozo,
infundirá a los demás un deseo de conocer la verdad
que puede liberarlos también a ellos».
La invitación a seguir a Cristo, portador del agua de la vida,
tendrá un peso mucho mayor si quien la hace
se ha visto profundamente afectado por su propio encuentro con Jesús,
porque no se trata de alguien que se haya limitado a oír hablar de él,
sino de quien está seguro de
«que es realmente el Salvador del mundo» (v. 42).
Se trata de dejar que las personas reaccionen a su manera,
a su propio ritmo, y dejar a Dios hacer el resto”.

1 comentario en “II Domingo de Cuaresma

  1. Completísima la entrada de hoy domingo, con varias lecturas incluidas.
    Para nosotros, el Evangelio de Juan. El capítulo 4 es de los más íntimos, el encuentro de Jesús con la Samaritana, la conversación entre los dos. La Samaritana tiene dudas pero al mismo tiempo siente fascinación por Jesús y le abre su corazón. Es probablemente uno de los textos que más conmueve por la trascendencia del encuentro. Jesús dedica tiempo a esta mujer «extranjera» para explicarle a ella y a los que acuden desde el pueblo deseosos de conocer la verdad. Todo el relato toca la profundidades del corazón.

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