Indicaciones pastorales para el Tiempo Ordinario / Cotidiano

 

1.- «Lo estimulante desde el punto de vista pastoral para estos Domingos no es una creatividad desmesurada de signos que no concuerdan con el espíritu de la Liturgia.
Lo realmente estimulante es asegurar la «calidad« de la celebración.
Esto se consigue por la participación activa de los fieles, por el arte de saber presidir, y por una predicación cordial, de contenido acorde con la Palabra proclamada.
El común denominador es la «actitud orante«.
No representamos nada para nadie: lo que hacemos en la celebración no es algo nuestro, sino del Señor.

 

2.- Hay que aplicar el principio de «gradualidad«.
Poco a poco hay que ir trabajando aspectos de la celebración según las posibilidades de cada comunidad.
Así, paulatinamente, los fieles van entrando en el  sensus litúrgico y gozan en ello.
La fidelidad a las normas litúrgicas, con el pasar del tiempo, se ve que es siempre el mejor criterio.

 

3.- La celebración debe prepararse en su globalidad y en los detalles.
Nada debe dejarse a la improvisación.
La importancia de los llamados «equipos de liturgia» es fundamental.
Deben ser equipos compuestos por personas bien formadas, apasionadas por la belleza de la acción litúrgica.

 

4.- Son importantes el canto y la música.
No hay que preguntarse: «¿Hoy qué cantamos?» sino: «¿Hoy qué toca cantar?».
Hay que elegir el canto en función del día litúrgico, del momento de la celebración.
Hay que insistir en el ministerio del «salmista».
Un Salmo responsorial implica siempre el canto.
No cualquier canto y melodía son aptos para la Liturgia.
Evítese en la medida de lo posible la música reproducida.
Es importante el «pequeño coro»: no se puede dejar sola a la asamblea cantando.
El director de canto de la asamblea debe ser muy discreto y no acaparar la atención.
La repetición de cantos es buena puesto que se interioriza y entra en el alma de la asamblea.
Un canto «se sabe» cuando ya no necesita el soporte del Cantoral o de la hoja para cantarlos.
El canto en la procesión de la comunión debe ser muy delicado: nada debe distraer a los fieles que se acercan a revivir los sagrados Dones.

5.- En las Misas parroquiales participan frecuentemente, cosa que siempre es un gozo, niños y niñas de la catequesis.
Esto no debe llevar a infantilizar la Misa ante los fieles.
Al final siempre cansa.
Hay que encontrar el justo equilibrio en el lenguaje dirigidos a los pequeños y a su participación.

 

6.- Es importantísima la proclamación de la Palabra.
La calidad de su amplificación, la calidad de su proclamación.
El «lectorado« es un ministerio objeto de aprendizaje continuo.

 

7.- Hay que aplicar el principio de «gradualidad« en cada tiempo litúrgico y en las solemnidades.
No se puede celebrar la Liturgia del día de Pascua igualándola a la Liturgia de un Domingo de agosto en el Tiempo ordinario.

 

8.- Pastoralmente, hay que ser muy sobrios y medidos en la celebración de las jornadas eclesiales «DomundOctavario de oración por la unidad, Domingo de la Palabra, Jornada Mundial de los Pobres«, etc., que nunca han de desplazar la Liturgia dominical.
Si se incide demasiado en ellas pueden aparecer como calcomanías superpuestas sobre los Domingos.
Las referencias a estas jornadas eclesiales encuentran su lugar en la homilía, en la monición inicial y, como lugar propio, en la «Oración de los fieles«.

9.- Muchas veces, en las comunidades parroquiales se quiere imitar la liturgia monástica o la catedralicia. Es siempre una equivocación. La «statio paroecialis« tiene teológicamente en sí misma mucha entidad y adquiere un estilo celebrativo propio.
No hay que menoscabarla.
Es la asamblea santa del pueblo santo de Dios que celebra los Santos Misterios, y el sacerdocio ministerial adquiere allí plenitud de significado.
La Liturgia debe aparecer como una «actio« de toda la comunidad que participa en ella, en su diversidad y heterogeneidad. Por la escasez de sacerdotes y de fieles debe recuperarse la «Misa maior« celebrada gozosamente, sin prisas y como expresión de la Iglesia en el lugar propio.
Sin olvidar que, en cualquier asamblea reunida legítimamente y presidida por un sacerdote, en comunión con un obispo, está toda la Iglesia de Cristo, por pobre y poco numerosa que sea (cf. LG 26).
La Misa parroquial es la manifestación visible del Pueblo santo de Dios, sin ninguna posterior determinación.
Allí crece como Iglesia, misionera y caritativa.
Las asambleas litúrgicas parroquiales no deben imitar a nadie, son medulares en sí mismas.
Ellas merecen la Acción litúrgica más esmerada y digna. También la mejor preparada.
La belleza de la celebración viene de su autenticidad, aunque las formas externas pueden ser pobres o sencillas.

 

10.- Descúbrase y foméntese el silencio en la celebración:
«El silencio forma parte de la celebración» (OGMR 45).
La Liturgia se celebra en el ámbito del silencio orante tanto de los fieles como de los ministros.
Es un silencio de apropiación de la Palabra y de la santa Anáfora (OGMR  55 y 78) para «lograr la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo en los corazones» (OGLH 202).
En diversos lugares se recomienda en los libros litúrgicos el silencio (cf. OGMR 45, 56, 174).
Es un silencio meditativo, orante y de recogimiento.
Evítese la horrorosa costumbre de decir «Oremos» y no dejar un espacio de silencio significativo; lo mismo para el «Acto penitencial«.

 

El silencio muchas veces es el elemento más descuidado, más sacrificado, en nombre de una «participación« concebida falsamente.
Se olvida que por la intensidad con que se vive este silencio se puede medir el grado de capacidad y de preparación de los fieles para la verdadera participación.

 

La naturaleza del silencio es ser un silencio «sagrado«, es decir, que pertenece a Dios.
La asamblea, cuando canta, participa en la celebración; pero también cuando calla y reza.
Con el corazón participa en lo más íntimo del Misterio, pues la Liturgia es también «Liturgia cordis«.
Acordémonos que el silencio forma parte del sacramento durante la imposición de manos en la «Unción de los enfermos«, o durante la imposición de manos en el «sacramento del Orden«: silencio, palabras y gestos van juntos.
Naturalmente, no es un callar por callar, sino un silencio «epiclético«, que invoca el Espíritu Santo, el cual se expresa con un lenguaje inefable (Rm 8, 26).
El silencio más significativo se da durante la comunión de los fieles.
El canto para la procesión de los fieles debe ser discreto, meditativo, con intervalos de silencio, y prolongado en el silencio adorante.
Nada ni nadie debe molestar a un fiel que acaba de recibir el Cuerpo de Cristo.
Una mayor búsqueda del silencio en la liturgia es también signo de una mayor madurez celebrativa.
Una celebración que acumulara un rito sobre otro, que procediera con un ritmo sin pauses, cansaría a la comunidad, y no la edificaría.

11.- Son importantes asimismo las posturas corporales.
La Liturgia se celebra en el Espíritu de la Verdad, y en ello participa nuestra corporalidad.
Los gestos y las posturas corporales, indicadas en los libros litúrgicos, deben respetarse y no dejarse en el ámbito de lo arbitrario.

 

Cada gesto y cada postura tienen un significado litúrgico que es siempre objeto de la catequesis litúrgica.

La asamblea litúrgica se manifiesta unánime en sus actitudes corporales, y esto es también signo de la participación activa en la celebración: « La uniformidad de las posturas, que debe ser observada por todos los participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregados para la sagrada Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la intención y los sentimientos de los participantes» (OGMR n. 42).
La fe eucarística se manifiesta en las genuflexiones pausadas del celebrante después de la mostración del Sacramento, y en los fieles que se arrodillan durante la consagración de los dones o inclinándose profundamente si no pueden arrodillarse, «veneremur cernui«.
Es una participación que cae de rodillas.
Estar arrodillados y adorar es lo mismo: si esto no se percibe, es puro formalismo.
También se manifiesta en el modo como se reparte y se recibe la Sagrada Comunión.
La Liturgia es siempre una «prosternatio» de la «ecclesia« ante el «Kýrios« de la Gloria.

Antes de nuestra participación está la participación de Dios en nuestra celebración».

 

(Mn. Serra, Calendario-Directorio del Año Litúrgico 2021, Liturgia fovenda, p.90s)

Un comentario en «Indicaciones pastorales para el Tiempo Ordinario / Cotidiano»

  1. Descripción muy completa de la liturgia de la Eucaristía. Lamentablemente, por lo general, no se tiene en consideración ni la mitad de estas recomendaciones.

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