IV domingo de la Cincuentena

 «Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos» (Apoc 7, 9).
En este domingo IV de la Cincuentena
podemos rezar, muy despacio,
esta versión del antiguo himno pascual Ad Cenam Agni.
El Cordero entregado a la muerte
nos invita como Buen Pastor
a los verdes pastos de su Reino:

A la cena del Cordero vayamos,
revestidos de blancas vestiduras,
atravesado el Mar Rojo,
cantemos a Cristo príncipe.

Nutriéndonos de su Cuerpo Santísimo,
quemado en el altar de la Cruz,
y bebiendo su Sangre
vivamos en Dios.

Protegidos en la víspera de Pascua
del Ángel devastador,
huimos del durísimo
dominio del Faraón.

Cristo ya es nuestra Pascua,
Cordero que ha sido inmolado,
como verdadero pan ácimo
su carne es ofrecida.

Oh verdadera y digna víctima,
por la que fue derrotado el infierno,
redimido el pueblo cautivo,
restituye la vida.

Cristo resurge del sepulcro,
torna vencedor del abismo,
encadenado el antiguo tirano,
vuelve a abrir el Paraíso.

Te pedimos, Autor de todas las cosas,
en este gozo pascual,
de toda insidia de muerte
defiende a tu pueblo.

Gloria a ti, oh Señor,
que resucitaste de entre los muertos,
al Padre y al Espíritu Santo,
por los siglos eternos.

Así sea.

1 comentario en “IV domingo de la Cincuentena

  1. Los ríos sonorosos
    «la cena que recrea y enamora»

    Cena del cordero, el «tacto» del alma.

    El gozo no es sinónimo de alegría, sino de la presencia, y requiere que sea mutuo, «a solas y en la noche»
    S Juan de la +

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