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Venid, adoremos a Cristo Jesús,
que sufrió por nosotros la agonía de Getsemaní.
En la HORA SANTA del Jueves 28 marzo,
a las 21’30 h.,
en la Basílica de la Concepción de Ntra. Sra.
sede de la Hermandad <Gothia>.
El Cordero es Él. La carne del Cordero es la Suya.
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Hoy se nos indica el lugar de Getsemaní en el que el Señor “oró en las laderas del valle
del monte de los Olivos, y donde ahora ha sido edificada una iglesia”.
Cuando el Señor ora en el monte, tácitamente nos advierte que las cosas sublimes solo pueden alcanzarse con la oración, y que debemos conjurar a Dios para obtener los bienes celestiales.
Tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y comenzó a sentir miedo y angustia. Y les dijo: «Triste está mi alma hasta la muerte».
Cristo siente el temor. Pedro no lo siente. Cristo teme. Pedro le dice: “Daré mi vida por ti”; Cristo le dice: “Mi alma está triste”.
Las dos afirmaciones son ciertas, y razonable el hecho de que aquél que está abajo no tenga temor, mientras pruebe la angustia del temor el que viene de lo alto. Uno, en cuanto hombre, no conoce la fuerza de la muerte: el otro, en cuanto Dios que ha asumido nuestra naturaleza humana, denuncia la debilidad de la carne para condenar la impiedad de quienes rechazan el misterio de la encarnación. Jesús se ha manifestado en estos términos, pero el Maniqueo no ha creído, Valentino lo ha rechazado y Marción lo ha definido como un fantasma. Y era tal su naturaleza humana, hombre con un cuerpo real, que tiene los mismos sentimientos de un hombre:
“Pero no sea lo que yo quiero sino lo que quieres tú”.
Ha asumido por tanto mi voluntad, ha asumido mi angustia. Puedo con libertad hablar de la angustia en cuanto anuncio de la cruz. Es mía la voluntad que él ha hecho suya, porque en cuanto hombre ha tomado sobre él mi angustia; en cuanto hombre ha hablado diciendo: “no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.
Mía es la angustia que él ha tomado de mi corazón. Por mí ha sufrido el dolor aquél que en sí mismo no debía estar sujeto al dolor; arrinconada la alegría de la divina eternidad, se ha dejado invadir por la angustia de mi debilidad.
Dice: “Triste está mi alma hasta la muerte”. El Señor no está triste por la muerte:
es su condición sicológica de hombre la que le hace sufrir, no el miedo a la muerte. De hecho, quien ha asumido el cuerpo humano debía experimentar todo lo que pertenece al cuerpo: debía experimentar el hambre, la sed, la angustia, la tristeza. Pero la divinidad no puede ser modificada por tales estados de ánimo.
Velad y orad para que no caigáis en tentación.
Es imposible que el alma humana no sea tentada. Por eso decimos en el padrenuestro: “no nos dejes caer en la tentación”, es decir, en la tentación que no seamos capaces de aguantar.
No rechazamos totalmente la tentación, sino que pedimos que se nos concedan las fuerzas necesarias para superarla. Por eso no dice: “Velad y orad para no ser tentados”, sino “para no caer en la tentación”, esto es, para que la tentación no os domine y os haga caer en sus redes.
Nuestro ejemplo son los mártires, que confesando la fe en el Señor derraman su sangre; ciertamente han sufrido la tentación, pero no han sido capturados por sus redes; el que reniega del Señor es el que cae en los
lazos de la tentación.
(San Beda)
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En el Año de la Oración prolongamos la celebración vespertina con la <Hora de Jesús>. Oración bajo los olivos y compañía en la angustia y en el prendimiento.
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Esta noche nos lanza hacia
la santa Noche de la Pascua.
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres,
para curar los corazones desgarrados,
proclamar la AMNISTÍA a los cautivos,
y a los prisioneros la libertad;
Isaías
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
Lucas
se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
¿Alguien es más claro? ¿Alguien da más?.
No necesito más para seguirle.
Noche desvelada, cierro los ojos y veo al «amigo traidor» con un beso amargo.
El jóven corrió desnudo…
Lo vimos sin aspecto atrayente,
despreciado y evitado de los hombres,
como un hombre de dolores,
Ya es madrugada, queda mucho por soportar.
Como cordero llevado al matadero,
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.
Querido Padre Manuel: No sé hacerlo de otro modo para desearle una feliz Pascua de Resurrección. Aleluya, Aleluya, Aleluya…El Señor ha Resucitado, Aleluya, Aleluya, Aleluya y Olé!!!! Sé que no me faltan sus oraciones. A mí vez pido para que sus enseñanzas, sigan dando mucho fruto. Siempre estamos unidos en oración con los CINCO. Besitos. Rocío
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