La comida con los pecadores

comida con pecadoresAlrededor de la mesa ahora están sentadas siete personas sobre las que se había hablado mucho en las discusiones nocturnas. Un párroco defendía la opinión de que sólo debían tener sitio los marginados. Otros opinaban que si sabíamos desde un principio quien podía y quien no podía sentarse a la mesa de Jesús no estábamos muy lejos de los “justos” de entonces. Escuché todas las opiniones y supe que finalmente tendría que decidir solo.

 

Un Judío

Sobre el primero verdaderamente hubo un acuerdo rápido. Fue esta gran figura. Debía ser un judío, representado con su tallit,  y, en verdad, por dos motivos:

  • En primer lugar porque debía ser un representante del pueblo, al que se causó tanto sufrimiento en nuestra historia. Así se expresa un ruego de perdón, un Jom Kippur para nosotros.
  • En segundo lugar un representante del AT, pues ciertamente del AT llegó la tradición de que cuando las personas comen juntas y piensan en Dios, Él está más con ellas que cuando reflexionan meramente sobre Él y cantan canciones devotas. Ciertamente en el AT se puede leer siempre de nuevo sobre la especial cercanía de Dios en una comida: la visita de los tres hombres a Abrahám, la cena pascual en Egipto, los setenta ancianos en el Sinaí, (Gn 18, Ex 12, Ex 24). Por consiguiente, tenía que sentarse a la mesa un representante del AT.

Una Prostituta

A su izquierda se sienta una prostituta. Entonces, en el otoño de 1.973, estas infelices mujeres habían sido desterradas del centro de la ciudad y habían escogido su nuevo coto a lo largo de la Via Palestrina, donde habían fijado sus tiendas de campaña. Por la noche, encendían fogatas, en parte para atraer a los clientes y, en parte también porque hacía frío en Septiembre y Octubre. Entonces llegó un grupo de la comunidad de estudiantes evangélicos y católicos de Ulm, que sabían que yo pintaba en San Pastore y me querían mirar un poco. Uno de ellos me preguntó y, desde entonces, no lo he olvidado: “¿Invitáis a estas mujeres alguna vez para pasar con ellas una noche, de forma diferente a como ellas están acostumbradas?”. Naturalmente, tuve que decir que no. Creo que si una de estas mujeres hubiera venido y nos hubiera pedido pasar una noche con nosotros, nadie la hubiera despedido, pero invitarlas nosotros no lo hubiéramos hecho. Lo cuento así, detalladamente, porque aquí toda mi pintura se puso en cuestión, por lo menos lo he sentido así. ¿Debía tirar el pincel? ¿Para qué sirve toda la pintura? Pintar prostitutas es fácil, pero ayudarlas verdaderamente ¿cómo? Algo parecido sucede con el predicar: predicar sobre prostitutas es relativamente fácil, pero ¿cómo pueden ser liberadas de su círculo diabólico? En el arte no religioso Bertolt Brecht ha propuesto la misma pregunta sobre si el arte cambia en general a las personas, si por ejemplo el teatro hace más morales a las personas. Cuadros que fueron pensados por pintores para causar un schock en el espectador y así cambiarle, están colgados hace largo tiempo en hermosas estancias como valiosas decoraciones en las casas de gente rica.

Una mujer anciana

Al lado de la prostituta se sienta una mujer anciana. Yo la vi a menudo sentada así. Era una mendiga, que se sentaba siempre en las gradas de la Basílica de Palestrina. Miraba hacia dentro de sí misma. El pañuelo de la cabeza arroja una obscura sombra sobre sus ojos cerrados. Es ciega. Mientras la pintaba de memoria, reflexionaba sobre su destino. ¿Quizás ve más que todos los demás una luz interior?

florUn  payaso

En el frente de la mesa, el payaso. Siempre he pintado con gusto a los payasos y a las gentes del circo. Han quedado como marginados. Es suficiente con divertir a la sociedad, pero después de la representación, como es sabido, han cumplido su obligación y pueden irse. En el estudio teológico se me ha hecho consciente como los papeles de los locos del AT y NT han cambiado. En el AT el loco está en la proximidad del pecador. En el EvMc dicen los parientes de Jesús: “No está en su juicio”. En la carta a los Corintios, escribe Pablo: “Nos hemos convertido en espectáculo”. El loco cristiano ha aparecido.

Un intelectual

Al lado del payaso se sienta un intelectual. Su cara refleja escepticismo y duda. Una de sus manos acaricia pensativamente la barba. También el escepticismo forma parte del ámbito del pecado. La duda no puede aceptar la unidad y la sencillez originaria del Amor de Dios. Adám y Eva empiezan a dudar del afecto de Dios. ¿Me ama Dios verdaderamente o me priva de algo?

Una mujer rica

Después viene la figura discutida al máximo en las propuestas nocturnas para el cuadro: la mujer rica con una hermosa mantilla. Algunos no la querían ver en la mesa con Jesús. Pero, ser rico ¿es ya de por sí malo? Naturalmente ella también tiene su sitio. Seguramente para los ricos es más difícil llegar al Reino de los Cielos porque pueden tener muchos más desvíos del Reino de Dios, pero finalmente depende de lo que hagan con su riqueza. También pueden realizar un enorme bien con ella. En el NT los ricos, en el largo camino hacia el Reino de Dios, están más expuestos a peligros que los pobres, también porque su dinero les hace más fácil ejercer la fuerza y poder tener placer de cualquier forma. Y si fuera una pecadora ¿no sería entonces también llamada por Jesús? La pinté con una hermosa mantilla negra que las mujeres aún tenían que llevar cuando querían entrar en una iglesia. Quizás esta mantilla llama la atención acerca de que el espacio profano de una pequeña sala se convierte en “iglesia” y que todos se hacen iglesia en esta mesa.

Un negro herido

Después el siguiente: un hombre del tercer mundo, que fue aceptado por todos. Naturalmente es también muy hermoso para pintar. Una piel negra es maravillosa para pintar. Se puede modelar con los colores la frente y el pómulo y la nariz y los labios; incluso la boca puede abrirse más y permitir el asombro. Tiene una mano herida. Además son experiencias propias de mi pueblo, de Ulm. Durante algún tiempo tuve que visitar como paciente a un médico siempre los lunes por la mañana. A veces llegaban pobres hombres de las fábricas, porque los lunes se producía el número más elevado de heridos. ¡Y como dependían del favor de una asistenta social –de si ella tenía tras de sí un hermoso domingo u otra cosa! En el cuadro, al comensal se le filtra sangre a través de la venda. Así se vuelve como un estigmatizado más próximo al Salvador en la Cruz que los otros. Ciertamente su mano herida recibe el pan.

manosLa Luz

Aún una observación sobre la Luz: Irrumpe en la estancia a través de la puerta abierta, de izquierda a derecha. Pero la luz exterior aquí no es importante. La fuente de la Luz verdadera es la Mesa misma. De esta Luz, la Luz interior, dependen las sombras, que circundan a la comunidad por todas partes.

¿Por qué sólo las manos?

Los siete se sientan a la mesa y miran a Jesús al que no pueden ver. ¿Dónde está Jesús? Debía ser una imagen de aquí y ahora. ¿Cómo nos encuentra Jesús aquí y ahora? ¿Cómo se puede pintar al Resucitado? ¿Cómo se puede pintar la Resurrección? Yo no he visto nunca al Resucitado. Por consiguiente ¿Le puedo pintar? Nuestra fe es sólo o tiene su origen en que creemos a un par de testigos que le han visto verdaderamente. Pero éstos evidentemente no Le pudieron pintar o no Le han pintado. Ya tuvieron dificultades para describir esta realidad del Resucitado. Por eso yo me he salvado un poco de este problema pintando a los testigos de la Pascua, por consiguiente he pintado a María de Magdala o a Pedro o al discípulo que Jesús amaba tanto o a los discípulos de Emaús, que Le han visto o se ha dejado ver por ellos. Cuando se tiene suerte como pintor se puede observar en sus caras que han visto al Señor. Si yo fuera muy consecuente tampoco podrían ser visibles las manos de Jesús. Pero pensé, sin embargo, que el arte, gracias a Dios, no siempre es muy lógico: Si sólo pinto las manos de Jesús, entonces –se ven un poco los estigmas- se preguntarán seguramente algunas personas: ¿Por qué ha pintado sólo las manos? Y así quizás después lleguen a la idea que aquí aparece otra Realidad: Él da –Su mano derecha está en la máxima proximidad del más pobre- este Pan que roza muy suavemente la mano herida del hombre del Tercer Mundo, a través de cuya venda se filtra la sangre y que también es algo así como un hermano del Crucificado.

Hijo1Y al fondo, la parábola del hijo perdido

A veces escribía una carta a mi país, en la que informaba en un pequeño boceto del progreso de la pintura. Así escribí una vez al P. Theo Schmidkonz SJ. Pronto recibí una respuesta y una pregunta sobre si yo en la gran superficie de la izquierda y si más allá del grupo no quería pintar algo más que una simple pared, quizás en este fondo concreto debía pintar algo que evocase el fondo espiritual ante el cual este grupo se ha reunido. Quizás como si alguien con carboncillo o tiza hubiera garabateado un par de dibujos sobre la pared. A la nueva pregunta sobre qué se podía pensar como tema de tales imágenes, llegó pronto la respuesta: El fondo teológico de esta historia, es decir, la historia del hijo perdido.

Así comencé a pintar “la historia del hijo perdido” en la pared vacía con pintura al óleo, pero como si fuera tiza o carboncillo. Era bastante difícil contactar con este estilo, pero me pareció evidente que no sería mala cosa. Así se llamaba el título de la historia como había oído en clase de religión. Cuando después yo mismo tuve que dar clase de religión se nos dijo que debíamos decir “la historia del padre bueno”, porque el padre es el que verdaderamente actúa, pero pensé en seguida que se debía leer todo el Evangelio. Pienso a menudo que el llamado hermano bueno, que ha permanecido en casa y ha trabajado, sale perdiendo y es la figura verdaderamente más interesante. El padre también le invita a él. En este punto Jesús cesa la narración y nosotros hubiéramos querido saber si entró o no en la fiesta. Pero como Jesús no lo ha dicho estamos aún más invitados a reflexionar: ¿Ha entrado o se ha quedado fuera? Si no ha entrado él es en el momento siguiente el hijo perdido. Y ¿qué hubiéramos hecho nosotros en su lugar?

Pinté como si hubiera sido la obra de dos dibujantes. Uno dibuja al padre y al hijo con bastante sencillez, más bien con figuras arcaicas, casi románicas, casi como un grabado de madera. El padre se inclina sobre el hijo. Ambos se abrazan: una historia sencillamente hermosa.

hijo2Después entra en juego el otro dibujante, que dibuja casi como un artista del Renacimiento. Pinta al hermano bueno que cruza los brazos y las manos delante de sí como un “homo in se incurvatus”.

Muchos meses más tarde observé lo que había pintado, dos veces el mismo movimiento pero ¡qué diferente! Uno que encuentra al padre y otro que sólo se encuentra a sí mismo. Pero en mi imagen el hermano bueno mira hacia fuera y reflexiona sobre esta barrera en la que él mismo se ha encerrado. “¿No debiera ir dentro?”. No está aún totalmente decidido como en la parábola de Jesús. ¿Qué haría yo?

Así este dibujo que primero no había sido proyectado se convirtió en una clave que nos permite acceder al interior del cuadro. Ahora aquí se sientan los siete alrededor de la mesa y miran a Jesús al que no pueden ver. También nos miran a nosotros y a veces parecen salir fuera del cuadro para preguntarnos: ¿Os sentaríais con nosotros a una mesa? O ¿podríamos sentarnos con vosotros a vuestra mesa? Si estáis de acuerdo con que nosotros tengamos un lugar en esta mesa entonces podemos creer que Cristo ha resucitado y vive en vosotros y que también ha resucitado para nosotros. Me parece que éste es el mensaje secreto del cuadro. Pienso que así se ve con ayuda de la Teología moderna y de la exégesis que en este antiguo libro, la Biblia, en el AT y en el NT, se hallan aún muchas imágenes nuevas. Sólo hay que sacarlas.

                                                                                               Sieger Köder, 2.001

www.vacarparacon-siderar.es

2 comentarios en “La comida con los pecadores

  1. ¡Qué análisis tan exahustívo de una obra pictórica! ¡¡Me ha encantado!! Una segunda lectura, sosegada, pausada, tranquila….acaba por interpelarte. Y la reflexión que da el «pararse»… nos aporta una riqueza espiritual, un avanzar… un mirar hacia dentro… Y llega la gran pregunta… ¿Atravesaría yo ésa puerta? ¿Podría despojarme de mis prejuicios? ¿De mi egocentrismo? ¿De mi prepotencia? ¿De mi altanería? ¿De mi vanidad? ¿De ése pensar que, con todas esas buenas obras (¿migajas…?), que llevo a cabo… tengo asegurada mi parcelíta Allí Arriba…? Mi «yo, payaso», que actúa, que hace su representación…y se vá… ¿está satisfecho? Porque, claro, mi vida piadosa, es una cosa. Pero mi vida, en este mundo, es otra:»Vivir en paralelo» es más…¿cómodo?, ¿menos comprometído? ¿me complíca menos las cosas? Uff…!! Que la Santísima Virgen («haced lo que Él os diga»), y mi Señor San José nos ayuden a discernir… Gracias por la ayuda.

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