La consagración en el Señor

Obispo y diáconos

Obispo y diáconos

La consagración supone pasar a ser pertenencia del Señor para su obra. Esta pertenencia al Señor para su obra se da, bien sea por el carácter sacramental, como es el caso del sacerdote, bien por el voto, juramento o promesa, en la profesión perpetua de los consagrados. El consagrado es asumido por el Señor para su obra; se deja expropiar por el Señor de una manera plena y total para hacer presente a Cristo en medio del mundo a fin de continuar a través de ellos, su obra salvífica.

A partir del momento de su consagración, el consagrado tiene por delante toda una vida para hacer realidad su compromiso de dedicación al Señor en exclusiva.

Es cierto que por el sacramento del bautismo, todos somos llamados y consagrados a la fe y a la salvación. Esto conlleva unas exigencias de fidelidad en cuanto a vivir la fe y comunicarla a los demás. Pero en cuanto al modo de expresar la vivencia de esta consagración bautismal, hay distintas maneras de hacerlo. Del bautismo arranca la vocación universal a la santidad, pero hay distintos modos en su realización. Como los más extendidos en la consagración, podemos señalar: Vida Contemplativa, Vida Activa o Apostólica, Institutos Seculares, y Virginidad Consagrada. Hablaremos de cada uno de ellos. (Mons. J. Gea)

 

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