La fuerza de la Cruz:
rezando en agosto…

En la víspera del martirio de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)
una oración de Rahner; extracto de un artículo titulado:
«La presencia de la agonía de Jesús en nosotros»:

“Mis auténticas horas santas son las horas en que los afanes del cuerpo y del alma me pesan hasta aplastarme, las horas en que Dios me ofrece el cáliz de la amargura, las horas en que lloro mis pecados, las horas en que grito a tu Padre, Jesús, sin que aparentemente me escuche, las horas en que la fe se convierte en una tortura, la esperanza parece convertirse en desesperación, el amor parece estar muerto en mi corazón. Estas son las verdaderas horas santas de mi vida: las horas en que la gracia atrae misteriosamente a mi corazón hacia tu angustia en Getsemaní. Pero cuando estas horas se hagan más densas sobre mí, entonces ¡ten piedad de mí, Señor!

Cuando la angustia de tu Getsemaní se abata sobre mí, quédate cerca de mí. Dame la gracia de reconocer en ella tus horas santas, las de tu vida, las de Getsemaní. Hazme comprender entonces que ellas, en definitiva, no caen sobre mí como un ciego azar, por maldad humana o por un trágico destino, sino que son en cambio una gracia: la gracia de compartir tu suerte en el Monte de los Olivos.

Concédeme la gracia de decir: Sí. Sí a lo más amargo que existe, sí a todo, porque en tales horas todo, incluso las consecuencias de mis culpas, es querido por el Eterno Amor -bendito sea eternamente. Concédeme entonces la gracia de rezar, incluso si el cielo parece negro y cerrado, incluso si me sepulta el mortal silencio de Dios, incluso si todas las estrellas de mi vida están apagadas, incluso si la fe y la caridad parecen muertas en mi corazón, incluso si mis labios balbucean fórmulas de oración que resuenan como mentiras en mi corazón destrozado. Que la fría desesperación que quiere dar muerte a mi corazón, por tu gracia sea aún una oración, una confesión de tu amor. Que la impotencia paralizante de un alma en agonía, de un alma que ya no tiene nada a lo que agarrarse, sea aún un grito que sube hacia tu Padre. En ese momento -te lo digo aquí, arrodillado ante ti-, que todo se abisme y sea recubierto por tu agonía en el Monte de los Olivos.

Ten piedad de nosotros, Jesús, cuando el ángel de nuestra vida nos ofrezca el cáliz, como a ti.  Te rogamos, ten piedad de nosotros. Pero no te compadezcas hasta el punto de evitarnos ese cáliz. Quien te pertenece lo debe beber contigo, como tú has hecho. Pero ten piedad entonces de nosotros y ayúdanos, no tanto para que nos sintamos fuertes en esa hora, sino más bien para que tu fuerza triunfe en nuestra debilidad. Te imploramos: ¡ten piedad de nosotros! En tus tormentos, allá en el Monte de los Olivos, viste ante ti a los hombres de estas horas de agonía, y tal visión ha consolado entonces tu corazón. Haz que seamos los hombres de tu consolación. Te gritamos: ¡ten piedad de nosotros!

Cuando nos hagas partícipes de tus horas en Getsemaní,
ten piedad de nosotros.
Cuando debamos reconocer en las horas de aflicción una comunicación con tus sufrimientos,
ten piedad de nosotros.
Cuando a nosotros, como a ti, la voluntad de Dios nos parece dura e incomprensible,
ten piedad de nosotros.
Cuando la tristeza y la turbación, la náusea y el miedo, nos asaltan,
ten piedad de nosotros.
Cuando somos presa del remordimiento de nuestras culpas,
ten piedad de nosotros.
Cuando la santidad y la justicia divina nos llenan de espanto,
ten piedad de nosotros.
Cuando somos llamados a compartir los sufrimientos de tu Cuerpo Místico, la Iglesia,
ten piedad de nosotros.
Cuando el egoísmo intenta que sobrevaloremos, lloriqueando, nuestros sufrimientos,
ten piedad de nosotros.
Cuando, como tú, somos traicionados por los amigos,
ten piedad de nosotros.
Cuando, como tú, también nosotros nos vemos privados de todo socorro,
ten piedad de nosotros.
Cuando, como a ti, nos acogen la hostilidad y el odio,
ten piedad de nosotros.
Cuando nuestro amor, como el tuyo, es pagado con ingratitud,
ten piedad de nosotros,
Cuando nos parece que el Padre no escucha nuestra oración,
ten piedad de nosotros.
Cuando en la noche del dolor la luz de la fe parece oscurecerse,
ten piedad de nosotros.
Cuando, en las horas de Getsemaní, la desesperación amenaza con derrotar a la esperanza,
ten piedad de nosotros.
Cuando, en nuestras verdaderas horas santas, nos parece que el amor que Dios nos tiene se ha esfumado,
ten piedad de nosotros.
Cuando en nosotros ya no queda nada sino nuestra más profunda miseria y nuestra extrema impotencia,
ten piedad de nosotros.
Cuando nos asalta, como a ti, la última agonía,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que en Getsemaní has cargado con todos nuestros dolores,
Jesús, perdónanos.
Cordero de Dios, que en Getsemaní y en la cruz has redimido y santificado nuestro sufrimiento,
escúchanos, Jesús.
Cordero de Dios, tú que llevas a la gloria del Padre a cuantos han padecido contigo y en ti,
ten piedad de nosotros, oh Jesús. Amén.

***


El nacimiento de María (Murillo)

***
De hoy en un mes celebraremos la Natividad de María (8 sept.).
La fiesta del nacimiento de la Virgen aparece ya en el Calendario mozárabe de Recemundo (s. X).
En la liturgia bizantina aparece esta bella antífona:
«Joaquín y Ana fueron liberados del reproche de la esterilidad,
Adán y Eva de la corrupción de la muerte,
oh Purísima, por tu santa Natividad,
por eso Tu pueblo celebra este acontecimiento,
por haber sido redimido de la culpa del pecado, celebra exclamándote:
¡la estéril da a luz a la Madre de Dios, nutridora de nuestra vida!»
(Contaquio Tono 4)

***

Durante los primeros días de este mes de agosto nos preparamos
para la Pascua de María: su gloriosa Asunción.
El Liber Ordinum de Silos (S3),
un ritual para los curas de las parroquias en el s. X
según la liturgia hispana,
concluye con un añadido:
la liturgia de la Asunción de María (s. XI).
En el formulario de la Misa aparece la lectura del relato de su Dormición
(cf. LOS n. 947 / Janini; LO nn. 783-785 / Ferotin).

***

1 comentario en “La fuerza de la Cruz:
rezando en agosto…

  1. Para contrarestar la angustia de la agonía de Getsemaní de Rahner, tan cuaresmal, que releeré esta noche, a hora un poco mas fresca, aquí otra versión procesional del himno Ave maris stella de Loretto. Y seguir avanzando hacia el santo festivo día 15.
    https://youtu.be/KYeQilZxiO8

    ***

    Que tremendo…»Cuando la tristeza y la turbación, la náusea y el miedo, nos asaltan,
    ten piedad de nosotros.»

Responder a Eduardo Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *