Te pedimos, Unigénito Hijo de Dios,
que enriquezcas con el don de la paz y del amor
a los redimidos con tu sagrada sangre.
Que quienes confesamos que resucitaste verdaderamente
podamos resucitar después de la muerte,
no para el castigo sino para la gloria.
R/. Amén.
Porque tú eres nuestra paz verdadera,
caridad indivisible;
tú, que vives contigo mismo
y reinas con tu Hijo y el Espíritu Santo,
un solo Dios, por los siglos de los siglos.
R/. Amén.