¿Qué arriesgamos nosotros?

Mons. Braulio Rodríguez, Arzobispo de Toledo

¿Qué he­mos arries­ga­do por Cris­to?

¿Qué he­mos dado por creer en sus prome­sas y go­zar de su gra­cia, amis­tad y amor?

¿Quién pue­de ga­ran­ti­zar­nos re­su­ci­tar para la vida eterna?

¿Quién nos sal­va­rá de­fi­ni­ti­va­men­te, para siem­pre?

27 septiembre, 2017

Mu­chas ve­ces he­mos con­si­de­ra­do no­so­tros la va­len­tía de aque­llos cris­tia­nos que arries­gan su vida por con­fe­sar que son dis­cí­pu­los de Cris­to y no de­ja­rán su fe y su amor al Se­ñor. ¿Qué arries­ga­mos no­so­tros? Hay que afir­mar cla­ra­men­te que es in­jus­to que uno sea per­se­gui­do por vi­vir su fe y prac­ti­car su re­li­gión; es ver­dad, pero tam­bién lo es que, co­rrien­te­men­te, la ma­yo­ría de no­so­tros arries­gue­mos poco por nues­tra fe. Nos pa­re­ce­mos mu­cho a tan­tos cris­tia­nos que poco ha­cen más allá de al­gu­na ora­ción en ne­ce­si­dad, algu­na Misa si se ter­cia y ape­te­ce, y al­gún sa­cra­men­to, por­que “es cos­tum­bre” o por no com­pli­car­se la vida por aque­llo del qué di­rán.


Yo noto, por ejem­plo, que a los mi­nis­tros de Cris­to nor­mal­men­te se nos per­mi­te pre­di­car con toda libertad por el res­to del Pue­blo de Dios mien­tras nos li­mi­te­mos a afir­mar ver­da­des ge­ne­ra­les. Tam­bién no­so­tros, los que pre­di­ca­mos, te­ne­mos pe­ca­dos, sin duda. Pero en el mo­men­to en que los oyen­tes se sienten im­pli­ca­dos en lo que de­ci­mos, por ejem­plo, en la ho­mi­lía do­mi­ni­cal, en cuan­to ven que hay que po­ner­lo en prác­ti­ca, en­ton­ces se pa­ran en seco, se cie­rran en sí mis­mo por pre­cau­ción, e ini­cian una especie de re­ti­ra­da, o di­cen que no ven esto o no ad­mi­ten aque­llo que de­ci­mos. Su­ce­de igual cuan­do se mues­tran las exi­gen­cias mo­ra­les y vir­tuo­sas de la vida cris­tia­na: se bus­can ex­cu­sas y di­cen que lle­va­mos las co­sas de­ma­sia­do le­jos, que so­mos ex­tra­va­gan­tes, que te­ne­mos que con­di­cio­nar o mo­di­fi­car lo que afir­ma­mos, que no te­ne­mos en cuen­ta los tiem­pos en que vi­vi­mos, y otras ob­ser­va­cio­nes por el es­ti­lo.
En­tien­do que las co­sas di­fí­ci­les, que exi­gen es­fuer­zo ar­duo, nos in­vi­tan al re­cha­zo, pero tam­bién es cier­to el di­cho: “don­de hay vo­lun­tad hay ca­mino”, por­que no exis­te ver­dad, por arro­lla­do­ra­men­te cla­ra que sea, de la que los hom­bres no pue­dan es­ca­par ce­rran­do los ojos. No hay de­ber, por ur­gen­te que sea, con­tra el que no pue­dan ha­llar­se diez mil bue­nas ex­cu­sas. Di­cen que lle­va­mos las co­sas “de­ma­sia­do le­jos” justamen­te cuan­do se las po­ne­mos cer­ca.
Yo pien­so que el tema es otro: no so­mos los pre­di­ca­do­res o quie­nes es­ta­mos al fren­te de las co­mu­ni­da­des cris­tia­nas los que exi­gi­mos sin más. Es quien nos en­vía, aun­que ten­ga­mos siem­pre la pru­den­cia de de­cir bien las co­sas y con pro­pie­dad. ¿Quién no ad­mi­te que la fe con­sis­te en acep­tar ries­gos sin ver en ocasiones el fu­tu­ro cer­cano, fia­dos solo en la pa­la­bra de Cris­to? Ser bau­ti­za­do es arries­gar algo por la ver­dad cris­tia­na. Pién­sen­lo un mo­men­to. Que cada uno de los que leen esta pá­gi­na se pre­gun­te a sí mismo qué ha com­pro­me­ti­do en la ver­dad de las pro­me­sas de Cris­to.
Sa­be­mos bien lo que su­po­ne te­ner algo en jue­go en em­pre­sas de este mun­do. Arries­ga­mos nues­tra propie­dad en pro­yec­tos que pro­me­ten una ga­nan­cia, pro­yec­tos que nos ins­pi­ran con­fian­za y se­gu­ri­dad. En este caso, la pre­gun­ta es: ¿Qué he­mos arries­ga­do por Cris­to? ¿Qué he­mos dado por creer en sus prome­sas y go­zar de su gra­cia, amis­tad y amor? ¿Quién pue­de ga­ran­ti­zar­nos re­su­ci­tar para la vida eterna? ¿Quién nos sal­va­rá de­fi­ni­ti­va­men­te, para siem­pre?
Un co­mer­cian­te que ha in­ver­ti­do bie­nes en su ne­go­cio que fra­ca­só no sólo pier­de la pers­pec­ti­va de una ga­nan­cia, sino tam­bién algo de lo suyo que arries­gó con la es­pe­ran­za de un lu­cro. ¿Me­re­ció la pena? No es así en el ne­go­cio de ser cris­tiano: siem­pre hay es­pe­ran­za de triun­fo con Cris­to. Pero, se­gui­mos preguntan­do: ¿qué he­mos arries­ga­do no­so­tros? En los co­mien­zos del cur­so pas­to­ral hay que re­cor­dar­nos unos a otros esta cues­tión. Este es el pun­to cen­tral.

+ Brau­lio Ro­drí­guez Pla­za
Ar­zo­bis­po de To­le­do y Pri­ma­do de Es­pa­ña
Superior del Rito Hispano-Mozárabe

1 comentario en “¿Qué arriesgamos nosotros?

  1. 4 preguntas muy serias, difíciles de contestar en un espacio público como este, pero después de leer dos veces la homilía o carta del obispo, las 2 últimas, resurrección y salvación, pueden tener contestación según la fe-enamoramiento de cada uno.

    Las que son difíciles e increpan y duelen, son las dos primeras: qué hemos arriesgado y qué hemos dado…
    Esto va de amor y amistad.
    ¿Hablamos de actitudes o de hechos?
    De las dos.
    A pensar, a examinar la conciencia, a reconocer las omisiones, a pedir perdón e implorar la gracia del cambio.

    Este tipo de escritos proféticos son de mas peso que las…frases bonitas con fotos dulces… de efecto balsámico.

    Disculpad la osadía de escribir sobre algo tan profundo.

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