Al cumplir y observar el mandato de tu Unigénito,
te pedimos, Padre todopoderoso,
que infundas tu Espíritu santificador
sobre estos dones presentados sobre tu altar.
Que por la acción de este misterio celeste e invisible,
este pan sea la carne
y este cáliz la sangre de Cristo,
gracia para quienes los ofrecen
y remedio para cuantos los reciben.
R/. Amén.
(PP, dom VII cot.)
En nuestro antiguo Rito se nos recuerda que, al celebrar la Eucaristía, observamos el mandato del Maestro. El Espíritu realiza un misterio <celeste e invisible>.
Pedimos carne (sustento en los 5 sentidos), sangre (riego cordial integral), gracia (respiración vital) y remedio (curativo de salud cósmica).
Cómo pedimos; con la boca, la garganta, el pecho y las entrañas, con aleluya y con quejido, con cierta ansiedad y con abandono, con música y con silencio, con la ingravidez del misterio y con los pies en el suelo, comulgando con cada célula y su ADN, con los antepasados y los que dependen de nosotros en lo material y lo anímico espiritual, con nuestros enfermos…
Que se yo…