Unos Magos de Oriente

Los magos, que habitualmente llamamos “los reyes”, aparecen en el relato de la Navidad del evangelista san Mateo (2,1ss). El viaje, vicisitudes y adoración de estos personajes al recién nacido no pasó desapercibido a los pintores de las catacumbas ni a los artistas de los sarcófagos paleocristianos. Sin embargo, de ellos no sabemos ni el nombre ni el número ni su condición; sólo su origen y, éste, genérico: Oriente.

El Evangelio presenta el elenco de los dones presentados por los magos al llegar a la casa de la sagrada Familia: oro, incienso y mirra (Mt 2,11). El sentido y significado difiere según las fuentes. Así, por ejemplo, para san Ireneo la mirra estaba destinada a Jesús por su condición humana, el oro por la real y el incienso por su dignidad divina; mientras que san Efrén ve en el oro el atributo del rey, en el incienso al sacerdote y en la mirra al médico. Para otros, “oro” sería una manera de designar unos aromas preciosos provenientes de Saba.

Las primeras representaciones pictóricas presentan dos o cuatro magos mientras que en los sarcófagos se afianza el número tres. Ese será el que se fije, basándose en los tres dones ofrecidos, aunque muchos hablan de doce o más. Estos astrólogos o sabios ataviados a la manera persa representaban el homenaje de todas las naciones, del mundo no judío, de “los gentiles”. Las profecías hablaban de reyes y pueblos que vendrían de Arabia (Is 8,4; Sal 71,10) y que, de alguna manera, se relacionaban con Balaán el vidente pagano.

Si bien, el evangelio de Mateo sitúa la adoración en una casa (2,11) y el relato del PseudoMateo dos años después de su nacimiento (16), la representación icónica los hace dirigirse a la gruta del pesebre donde encuentran al niño fajado anunciado a los pastores (cf. Lc 2,12.16). Esta es la razón por la que en la mayor parte de los iconos los magos se representan realizando el viaje a caballo o a pie. A partir del segundo milenio aparecen coronas reales e inscripciones con los nombres Kaspar, Melkion y Baltasar. Cada uno de ellos representa un continente y las diversas edades de la vida (joven, adulto y anciano). Los tres sabios se acercan a la gruta por la izquierda guiados por el ángel y ofrendan sus presentes.

Los magos no sólo reflejaron el comienzo de la Iglesia fuera del pueblo de Israel sino que fueron venerados como los primeros misioneros que anunciaron a Cristo en el mundo pagano de Siria y Persia. La tradición occidental difundió mucho su culto debido al traslado de sus reliquias desde Oriente a Constantinopla  y, desde allí, a Milán y a Colonia. La antigua liturgia de España celebra, conjuntamente, el día seis de enero la adoración de los reyes, el Bautismo de Jesús, las bodas de Caná y la multiplicación de los panes como “epifanías” o manifestaciones del Señor (Apparitio Domini). Así aparece en la bendición de la misa del día:

“Jesucristo, que es nuestro Rey, cuyo nacimiento llenó de temor al rey terreno, reine en vosotros con toda su fuerza… Él, que se manifestó a los magos con el signo de una estrella radiante, os ilumine con su gracia… Él, que transformó la naturaleza del agua dándole el sabor suave del vino, os dé inteligencia espiritual… Él, que alimentó a miles de personas con unos fragmentos de pan, llene vuestra alma con el alimento de su doctrina… Él, que, por medio de una paloma, quiso mostrar la simplicidad serena del Espíritu Santo, os confiera una verdadera inocencia. Amén.”

3 comentarios en “Unos Magos de Oriente

  1. Preciosa y singular miniatura persa con la adoración.
    Completa y fornida oración litúrgica del postrer párrafo.
    Amenes varios después de cada coma.

    El sol ha llegado al zenit. Pletóricos de «baño»de sol y Sol.

  2. Completísima descripción de las diferentes manifestaciones e interpretaciones de estos personajes tan importantes en el relato bíblico del nacimiento del Señor a pesar de nuestro desconocimiento de muchos detalles. Y esto sin hablar de las «epifanías» reflejadas en la liturgia hispana.

  3. No es mío el pensamiento, pero hago mía la reflexión.

    “El arte no sirve para explicar lo misterioso. Lo que hace el arte es facilitar que nos demos cuenta de ello. El arte descubre lo misterioso. Y cuando se percibe y se descubre, se hace todavía más misterioso.” (John Berger)

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