Casi todos los Apóstoles dejaron en la estacada a Jesús, cuando se hallaba en la más penosa situación existencial. Sin embargo, otros amigos fueron más valientes. De derecha a izquierda nos encontramos con Nicodemo, un personaje importante, y con el discípulo, al que Jesús amaba de modo especial. Después se halla José de Arimatea, un silencioso admirador de Jesús, y una mujer de nombre María.
Entre todos ellos tenemos que destacar a María de Magdala. Ninguna mujer estuvo tan cerca de Jesús. A ella le regaló Su primer encuentro como resucitado. Ella fue denominada por Rabano Mauro, obispo de Maguncia en el siglo IX, Apostola Apostolorum.
El párroco-pintor Sieger Köder nos la presenta en primer término con una túnica roja, el rojo es el color del amor, y una mantilla negra con la que quiere expresar la sacralidad del lugar. Está en actitud meditativa y mirando hacia arriba, hacia Jesús Crucificado, recordando quizás aquellas palabras de Jesús: “Cuando Yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia Mí”. Pertenece desde el principio al grupo de discípulas que siguieron a Jesús y Le sirvieron más allá de Su muerte. Una mujer actual y adecuada para el futuro de la Iglesia y del mundo: valiente, creyente y fiel.
Altar de Rosenberg
