Ayuno y abstinencia

El miércoles pasado hemos ayunado con toda la Iglesia.
Los viernes de Cuaresma ayunaremos de carne
como expresión de austeridad, penitencia y solidaridad.
Es además aconsejable y merecedor de alabanza que,
para manifestar el espíritu de penitencia propio de este tiempo,
nos privemos de gastos superfluos
tales como manjares o bebidas costosos, espectáculos y diversiones.
Asimismo, «es sagrado el ayuno pascual
de los dos primeros días del Triduo [viernes y sábado],
en los cuales, según una antigua tradición, la Iglesia ayuna
«porque el Esposo ha sido arrebatado».
El Viernes Santo de la Pasión del Señor se observa la abstinencia,
y se recomienda que se observe también durante el Sábado santo,
a fin de que la Iglesia pueda llegar con el espíritu ligero y abierto
a la alegría del domingo de Resurrección».
(Cf. Fiestas Pascuales, n. 39).

Durante la Cuaresma, en la que el pueblo cristiano
se prepara para celebrar la Pascua y renovar su propia participación en este misterio,
se recomienda vivamente cultivar el espíritu penitencial,
no sólo interna e individualmente, sino también externa y socialmente,
que puede expresarse en la mayor austeridad de vida,
en iniciativas de caridad y ayuda a los más necesitados,
emprendidas como comunidad cristiana a través de las parroquias, de Cáritas 
o de otras instituciones similares.


En los viernes durante el año, fuera de la Cuaresma,
la abstinencia puede ser sustituida, según la libre voluntad de los fieles,
por cualquiera de las siguientes prácticas recomendadas por la Iglesia:

lectura de la Sagrada Escritura,
limosna (en la cuantía que cada uno estime en conciencia),
otras obras de caridad (visita de enfermos o atribulados),
participación en la eucaristía semanal (p.e. los martes),
obras de piedad (rezo de rosario, Via Crucis, Via Matris, etc.)
y mortificaciones corporales.

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