“Escribe el ángel a la Iglesia de Filadelfia: Esto dice el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir.
Conozco tus obras y he abierto una puerta ante ti que nadie puede cerrar. Ya sé que tu poder es pequeño, pero has guardado mi palabra y no has renegado de mí. Voy a poner en tus manos a algunos de la sinagoga de Satanás, esos que se dicen judíos, pero mienten porque no lo son; voy a hacer que se postren a tus pies, para que sepan que te he hecho objeto de mi amor. Tú has sido fiel a mi palabra que hablaba de perseverancia; yo te seré fiel en esta hora de la prueba que se avecina sobre el mundo entero, hora en la que serán puestos a prueba todos los habitantes de la tierra. Estoy a punto de llegar. Conserva lo que tienes para que nadie te arrebate la corona.
Al vencedor lo constituiré en columna del templo de Dios y ya nunca saldrá de allí. Grabaré el nombre de mi Dios sobre él y grabaré también, junto a mi nombre nuevo, el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalem que desciende de junto a la morada celeste de mi Dios.
El que tenga oídos que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias». Ap 3,7-13.










