Catequesis sobre la comunión

(mistagógicas V)

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Con esta expresiva exhortación, el santo obispo de Jerusalén,
a finales del s. IV enseñaba a los neófitos
(los que habían sido bautizados en la noche santa)
durante la octava de Pascua.

S. Cirilo que sigue las huellas del Pseudo Hipólito (s. III),
donde aparece la fórmula de la comunión: El Pan celestial en Cristo Jesús,
y de Dionisio, obispo de Corinto (s. III),
donde dice que se responde Amen tras acercarse a la mesa
extendiendo la mano para recibir el santo alimento,
nos habla de la monición Lo santo para los santos
con su respuesta:  Un solo Santo…
y del canto de la Comunión (salmo 33): Gustad y ved…
 
Todo ello pasó a la liturgia antigua de España:
 

19. Después de todo esto el sacerdote dice:
“Las cosas santas son para los santos”.
Las ofrendas son santas porque han recibido la venida del Espíritu Santo,
y también vosotros sois santos porque habéis sido declarados dignos del Espíritu Santo.
Es congruente entonces que las cosas santas sean para los santos.

Después vosotros respondéis:
“Hay un solo Santo, un solo Señor,
que es Jesucristo”.
Ciertamente hay un solo Santo, santo por naturaleza. Pero nosotros, si somos santos, no lo somos por naturaleza sino por participación, por ejercicio y porque lo pedimos en la oración.
20. Después de esto escucháis al cantor que con una divina melodía os invita a participar de los santos misterios, diciendo:

Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33,9).
No dejes que decida tu paladar corporal sino tu fe sin dudas, al gustar no gustas pan y vino sino el cuerpo y la sangre de Cristo que aquellos significan.

21. Cuando te aproximes, no lleves extendidas las palmas de las .manos ni los dedos separados, sino haciendo con la mano izquierda un trono para la derecha, que es la que recibirá al Rey, y en la concavidad de la palma recibe el Cuerpo de Cristo diciendo “Amén”.

Recíbelo con decisión santificando tus ojos con el contacto del Cuerpo Santo.
Ten cuidado de no perder nada, porque lo que tú pierdas es como si perdieras algo de tus propios miembros.

Dime, si alguien te hubiera dado pepitas de oro, ¿no las llevarías firmemente agarradas, cuidando de que nada se pierda ni sufra daño? ¿Y tú no vigilarás mucho más que no se pierda una miga de esto que es más precioso que el oro y más valioso que las piedras preciosas?

22. Después de haber comulgado con el cuerpo de Cristo acércate a la copa de la sangre. No extendiendo las manos sino inclinado y con gesto de adoración y respeto, diciendo: “Amén”, santifícate recibiendo la sangre de Cristo,
Cuando todavía tus labios estén húmedos, tócalos con las manos y santifica tus ojos, la frente y los demás sentidos.

Después, escuchando la oración, da gracias a Dios que te ha hecho digno de tan grandes misterios.

23. Conserva incontaminadas estas tradiciones, y manteneos vosotros mismos sin tropiezos. No os separéis de la comunión, y no os privéis de estos misterios sagrados y espirituales por causa de la mancha del pecado.
Que el Dios de la paz os santifique totalmente,
y que vuestro cuerpo, alma y espíritu
sean conservados perfectos para la venida de nuestro Señor Jesucristo,
a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén ».

SAN CIRILO DE JERUSALÉN

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