Clausura del Año Jubilar de San Pelayo

martirio_de_san_pelayoSe celebró solemnemente la Clausura del Año Jubilar de San Pelayo

 El sábado día 26 de enero el Obispo de la Diócesis de Tui-Vigo, D. Luis Quinteiro Fiuza, ofició la misa de clausura del Año Jubilar de San Pelayo, que se ha venido celebrando en la parroquia natal del santo (conocido allí como O Neno), con ocasión del 1.100 aniversario de su nacimiento en la parroquia de San Juan Bautista de Alveos.

A partir de la Clausura del año Jubilar de su nacimiento la parroquia se encomienda a su protección fijos los ojos en la preparación de una próxima gran celebración cuando se cumplan los 1.100 aniversario de su martirio (su “dies natalis”), sufrido en Córdoba el 26 de junio de 925.

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Hace ya tiempo dediqué un post a San Pelayo, que reproduzco:

Urna-de-San-Pelayo-en-Oviedo-600x437Nacido en Alveos (Crecente, Pontevedra), en el año 911 o 912, Pelayo era sobrino del Obispo de Tui, Hermoigio – quien también es contado como santo -. Cuentan los hagiógrafos que en la escuela de la catedral aprendió gramática y se inició en la Liturgia, actuando como monaguillo.

España sentía sobre sí el peso de la dominación musulmana. El que se proclamaría, en 929, primer califa de Córdoba, Abderramán III, unificador del al-Andalus, venció en el 920 a los leoneses y navarros en la batalla de Valdejunquera.

Un éxito militar que repercutió directamente en la vida del joven Pelayo. Su tío, el obispo, fue apresado y llevado a Córdoba. Pelayo era su rescate. En un principio, se trataba de un rescate provisional: el niño, como rehén, ocuparía la plaza del anciano, mientras éste conseguiría el oro necesario para, a su vez, liberarlo. Pero esta liberación no tuvo lugar, ya que el obispo, enfermo, murió antes de lograr su propósito.

En Córdoba, a Pelayo le tocó compartir, desde 921, el destino de otros cautivos: la prisión y los trabajos en aquella ciudad enorme. Dicen que en la prisión fue tratado con relativa benevolencia, e incluso aprovechó el tiempo dejándose instruir por clérigos reclusos.

Debía gozar de cierta reputación, por su inteligencia y hasta por su prestancia física. El caso es que fue llevado ante Abderramán III, quien se sintió atraído por el muchacho. Todo el poder de un califa frente a la debilidad de un adolescente. La pretensión del soberano era doble: Comprar el alma y el cuerpo de Pelayo, pero éste, libre pese a la cautividad, no quiso venderse, ni en un sentido ni en otro.

Se negó a renunciar a la fe cristiana para convertirse al Islam. Ponen en su boca palabras como éstas: “Soy cristiano y lo seré. Tus riquezas no valen nada. No voy a renegar de Cristo que es mi Señor y el tuyo, aunque tú no lo quieras”. Igualmente rechazó convertirse en un mancebo del emir, a quien no permitió que le tocase.

Abderramán no se anduvo con contemplaciones y Pelayo pagó su fidelidad a Cristo con la muerte, el 26 de junio de 925. Dicen algunos que una catapulta de guerra lo lanzó desde un patio del alcázar hasta la otra orilla del Guadalquivir; casi muerto, fue degollado por un guardia. Pero, en algún retablo, como en el mismo “Martirologio”, se alude a otro modo de martirio: siendo desgarrada su carne con tenazas.

El cuerpo del joven santo fue trasladado a León y, más tarde, a Oviedo, donde es venerado en un monasterio de benedictinas. San Pelayo es el patrono del Seminario Menor de Tui.

El “Martirologio” nos proporciona este pequeño resumen:

“En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, san Pelayo, mártir, que a los trece años, por querer conservar su fe en Cristo y su castidad ante las costumbres deshonestas de Abd al-Rahmán III, califa de los musulmanes, consumó su martirio glorioso al ser despedazado con tenazas (925)”.

Guillermo Juan Morado.

Un comentario en «Clausura del Año Jubilar de San Pelayo»

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